Do you want my blood? Do you want my tears?
What do u want? What do you want from me?.
Rita había sido siempre una de esas mujeres enamoradas de todo lo que no la incluyera. Tal era el amor que poseía su sangre, que sólo era válido de manifestarse ante situaciones donde prefiriera dormir siesta. Como el caso de una mañana, donde lamentó no haber podido desvanecerse en su cama para mirar el techo, por deber presentarse en el Registro Civil con su asignado novio José. El lamento, sin embargo, fue compensado años más tarde, con la ruptura de la Libreta y cierto trueque de puteadas. Era de esas mujeres que, además y hasta su propio fin, contraen matrimonio un buen día con los mandatos (entiéndase buen día, como el corte de su cordón umbilical).
No conocía los YO quiero, los TENGO ganas. Nada que implicara cierta utilización sináptica en pos de su elección. No sabía de nada que escapase del verbo CEDER. De nada que le exigiera tiempo de pensar. O sí. Si "tiempo de pensar" es comprendido como "otorgar la dirección de mi vida a mi madre, por el resto de la eternidad", entonces, Rita sería una gran pensadora. Rita Kant.
De hecho, lo era. Pensaba minuciosamente cada paso a dar, como aquel que prevenido costeando el llanto, aprende a andar en bicicleta. Pasaba sus días alrededor de las placenteras represiones que le ocasionaban hasta dependencia. Necesitó con el correr de los años, una dosificación de negaciones, de recordatorios de sus incapacidades. Eso, la hacía sentirse un poco capaz. Capaz de convertirse en todo cuanto había rechazado en su existencia.
Pero con estas características, su cuerpo no podía abandonar este Planeta sin esas progenitoras órdenes superiores. No podía llevar a cabo acción alguna que esquivara el aval materno. Ni la más simple, ni la más idiota. No debía. Con apenas 52 años de edad, no era conveniente desobedecer a mamá (aunque meses atrás, había descubierto que los viejos con bolsas no tienen como meta de vida secuestrar niños rebeldes).
Por entonces, Rita, no sólo espera el pulgar arriba de mamá para adquirir en el supermercado una vida de tiempo completo, sino, también, para abandonar físicamente el mundo que la vio caminar algún día, con alguna que otra sonrisa en el rostro.
Carol- Bord
No hay comentarios:
Publicar un comentario