Escribiéndome... para romper violines

31.1.11

y nadie mejor que yo, sabe lo que yo necesito

“They Tried to make go to rehab, and i said no! no! no! Yes, i've been black, bue when i come back you'll know, know, know…”

Es curioso cómo lo demás, se aferran a aquel impune acto demostrativo de afecto (y acaso más trillado que los besos de escena final de película yanqui), utilizando frases que particularmente siempre me chocaron como dardos. Frases del estilo “Es por tu bien”, “Es que quiero lo mejor para vos”, “Te quiero ver bien”.
Mi bien (y sepan, por favor, perdonar aquellos aficionados a la susceptibilidad), no creo que lo venda un farmacéutico, ni menos lo recete un médico, ni siquiera que lo fíe el almacenero.
Parece raro esto que intento plasmar, pero en un mundo donde se pelea por ser Teresa de Calcuta… Donde abunda el amor al otro, y donde reina la generosidad, cada día me convenzo más de que esta geografía que tengo bordeándome desde los pies, hasta la última gota de tintura de mi pelo, no es conocida mejor, por otra persona que no sea yo.
Lo sé. Hablo mucho en primera persona. Simplemente porque me encanta. Porque puedo revivir a Albert Einstein y preguntarle si acaso sabe más de la Teoría de la Relatividad que de su persona… A Da Vinci, para que elija entre narrar vida y obra de la Gioconda o del propio Leonardo. Y no me creo genio. Tampoco Woody Allen se cree genio. Creo que estoy desvariando un poco. Estaba hablando acerca de esa insistencia humana incansable hasta las ojeras, por querer solucionar problemas ajenos. ¿Escucharon alguna vez esa frase que señala, que si no se es parte de la solución, se es parte del problema?
Muy bien. Las soluciones que yo conozco no tienen nombre ni apellido. Saquen, pues, sus conclusiones.
Ni la madre primeriza (estresada por tan pocas horas de sueño y tanto sueño de tener algunas horas más), acelerada tras el llanto de ese niño que parió, es conciente (pese a sus eternos presentimientos pocas veces errado), de la causa de esos chillidos molestos. Entonces, y como es de esperarse, se escuda tras el “nadie mejor que yo lo conoce”, y comienza a fabricar conjeturas: “tiene sueño, hambre, calor, frío, miedo, fobia, pánico al mundo, curiosidad por saber si el hombre alguna vez pisó la luna, interés por conocer la reproducción del bicho bolita”, y tantísimas otras pelotudeces. Y a través de eso, acciona: le canta el Arrorró, lo alimenta con manzana pisada, lo abriga, o le habla con esa vocecita al filo de la dulzura/ desquicio que nunca antes tuvo.
No hay escena más dulce que la recientemente planteada.
Pero el bebé ya no es bebé. Y llora porque… Vaya uno a saber por qué demonios llora. Si ni él lo sabe. Y puede que no haya pedido ayuda. Por ende, “no puedes salvar a nadie que no pueda ser salvado” (o que no quiera), o que creas, necesita salvación, y en verdad lo único que necesita es que lo dejen abrir la puta puerta para respirar algo de aire. Necesita sólo que lo ayuden a reparar esa rotura de paciencia, ocasionada por quien pretende ahora “salvarlo”. Como el que pide a gritos “Si es necesario, rompeme el corazón, pero no me rompas las pelotas”.
Las cosas a veces no se entienden. Soy un ser humano observador por naturaleza, pero paralelamente, soy alguien a quien la información aprendida se le esfuma de los sesos, en un lapso de tiempo llamativamente corto. Pero no dejo de observar.
Me dijeron que, por algo será, esto de tener dos ojos y dos orejas. Y una sóla boca. No sé por qué me lo habrán resaltado toda mi vida. Si apenas hablo lo necesario y de temas concretos y puntuales. Como aquella vez, donde descubrí que, lejos de asombrarme por la verborragia de alguien que me presentaron diciendo: “¡Éste, que vas a conocer, es tu clon!”, me pareció completamente vergonzante aquella semejanza que nos habían hallado. Motivo por el cual permanecí callada. Y me replanteé si acaso de esa forma tan patética, me vería el resto de la humanidad.
Como decía. Siempre fui una persona reservada, al punto de sólo tocar temas concretos y necesarios. Cierto. Había comenzado mi relato hablando acerca de aquellos que pregonan constantemente querer el bien del otro. Y no hay frase más utilizada por ese prototipo de persona, que: “Si no lo hacés por vos, hacelo por mí”. La explicación de esta frase, tiene su desembocadura en algo sencillo: Mediante estas palabras, y de esa forma, le dejan entrever a uno, que no importa el medio por el cual se lleve a cabo la acción deseada por el otro sujeto (por el que se disfraza de Mesías), sino la concreción lisa y llana de lo que ese otro, pretende.
Desterremos un mito: Es la frase más egoísta que alguna vez escuché. De hecho, (y esto, es muy privado), yo también la utilicé en varias ocasiones. Pero no nos importa hacer autocríticas, sino focalizarnos en esos actos de egoísmo que creemos, son demostraciones de afecto. O quizá sí lo sean.
Quizá, en realidad, sigo en una Casa de Muñecas, en la cual me siento muy cómoda. Y no pretendo salir. Y digo que no, que no, que no.
Y digo que nadie mejor que yo, sabe lo que yo necesito.

y vos... ¿Vos la tenés así de clara también?

Carol- Bord

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