Escribiéndome... para romper violines

19.2.11

Breve descripción de mi persona

Todavía me entusiasma la idea de doblar envoltorios de gomas de mascar, para saber qué me entre trama el futuro.
Todavía, siento la impunidad como estandarte, para vestir, al menos, cinco colores distintos.
Todavía busco, como una brújula, la opinión materna. Y todavía la tomo como eterno contra ejemplo.
Todavía tarareo inexistentes melodías, para escudarme de las acotaciones que me importan menos que la salud del Papa.
Todavía, necesito instrucciones para encender el horno de la cocina. Todavía cobijo esa simpática ineficacia para encenderlo mal.
Todavía cobijo esa simpática eficacia para hablar de más.
Sigo esperando el momento de la advertencia de los que predican el “bien” (como aquel que en las vías, aguarda el alzamiento de barrera), para optar una línea paralela.
Todavía, es excusa legítima encontrarme en la etapa del desarrollo, por si hubiese que justificar cierto estancamiento psicofísico.
Todavía, con la impaciencia del hijo único, asesino mis exiguas uñas en un total acto de canibalismo, mientras pregunto cuánto falta para llegar.
Todavía, las charlas en un meticuloso tono invariable, bajan el volumen de mi percepción auditiva, mientras mi rostro finge prestar atención.
Todavía, preciso, más que vitaminas, que me recuerden cuánto me quieren. Todavía (por si no lo manifesté antes), mantengo un fuerte lazo de amistad con mi jovial egocentrismo.
Todavía, creo fielmente que el domingo culmina cuando comienza Fútbol de primera, y el Sábado, cuando se agotaron todas las publicidades de Sprayette.
Todavía, le concedo a la risa, la condición de antipsicótico y antidepresivo.
Y al arte, le entrego el privilegio de ser el único hombre de mi vida (¿será un privilegio), por quien juro que con él, pan y cebolla hasta que la Tierra nos dé la orden.
Todavía, apuesto más fichas en la maquina del “vive pronto y serás eterno”, que en la del “larguísima y próspera vida”.
Todavía, me quedan millas de andanzas.
Todavía, mantengo indeclinables mis convicciones, aún para autodefinirme contradictoria.
Todavía, en materia de sociales en vía pública, peleo cabeza a cabeza con el niño extrovertido y el anciano repleto de anécdotas (que en verdad siempre es la misma, contada muchas veces y de distintas formas u órdenes).
Sigo creyendo que estamos “Cerca de la Revolución”.
Sigo creyendo que la vida es aquello que te pasa, mientras te empeñas en hacer otros planes. Niño hermoso.
Todavía me cago en todo. Pero “me cago en todo, con amor”.
Todavía, me creo tan autosuficiente, que mis dudas las aclaro conmigo, y tan dependiente, que mis dudas no mueren hasta que un amigo las asesine.
Todavía soy “numerofóbica” y tan anatómicamente flexible, que podría coordinar una clase de Pilates siempre y cuando, me dejaran alternar con alguna puteada.
Todavía conservo esa marca registrada que incluye una cuota de torpeza, que me empuja a tropezar, resbalar, chocarme contra los muebles, y caer sin piedad.
Todavía caigo en la tentación con hamacas de plaza y sus derivados.
Y termino siempre pecando. Todavía me enorgullece pecar.
Y me libran del mal.
Todavía me quedan muchos "todavías" por vivenciar, nombrar y agendar.
Y apenas tengo veinte años… Todavía…

Amén.

“…Prefiero ser esta metamorfosis ambulante, a tener esas viejas opiniones formadas sobre todo…”


Carol- Bord
La vida no merece que uno se preocupe tanto...

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