Escribiéndome... para romper violines

24.6.11

Con el viento en las velas

Hay cosas que me generan abundante pena, angustia, impotencia, seguida de resignación y aceptación. No es un duelo.
Hay algo que me produce mayor desolación que el final de "Los simuladores", mayor tristeza que la muerte de Jack cuando lo debilitó el iceberg, y mucha más nostalgia que mis tardes tomando la chocolatada mientras copiaba pasos de baile de Las Trillizas de Oro. Algo que me ocasiona mucha màs resignación que mi bordercrisis existencial.
Y no es un duelo. Es una lucha.
Lo down de todo es descubrir que, de tanto cantarle al amor, me olvido de vivir.


Carol- bord Lo màs deprimente es citar a Julio Iglesias...
You say goodbye, i say Hello...
Bueno. Si vamos al caso, ella era un caso aparte; un cero a la izquierda; el último orejón del tarro (un elfo, era también Gollum); ella era un asunto incurable y tantísimos clichés que se ocurran. Era una neurosis histérica con patas y pelo; era la inestabilidad materializada; la insensibilidad elevada al mayor exponente; era una pelotuda. Poseía la habilidad crónica de evadir situaciones deseadas, de cavar pozos (que terminaban siendo ciegos), y zambullirse allí dentro, en momentos donde el universo le regalaba abrazos.
El tema es que no todos nacemos aptos para recibir cariño; y en realidad, ella formaba parte de ese "no todos". Guiándome por lo que me dijo cuando hablamos la otra noche, me temo que he llegado a la conclusión que el monstruo de la basura que tanto la amedrenta es el amor vital que todos necesitamos desde que nacemos. Ella manda al carajo a Platón, y a cualquier otro perejil que piense que el cuerpo llegó al mundo sensible para recordar, para reconocer a su media naranja. Duda acerca de Platón, porque a veces está encadenada en la Caverna.
Ella deambula por los pasillos del compromiso, esquivando esqueletos, esquivando seres humanos, disfrazada de Minotauro.
Nunca fue Susanita, ni tampoco es tan corajuda como Mafalda. No es media verónica, ni Teresa de Calcuta. Tampoco María; ni Magdalena (le caen pesadas), ni virgen (aunque así lo sienta). No es ella; es Garrick. Tampoco es Garrick, ni tampoco es tan seria como para dar cátedra de vida. Digamos, no pasará a la historia por estar a favor del movimiento feminista, ni será recordada por guardar $0,50 roñosos para cada niño que le pida en el tren. No aspira a ser referente de nadie, ni está segura de querer ser ella misma. Es un caso aparte; un cero a la izquierda; el último orejón del tarro. No entiende nada de la vida, pero tampoco es disléxica (o eso cree).
Quizá, el relato hubiese sido más fácil de empezar y resumir en que: Algunos de esos proverbios chinos que tan al pedo parecen estar, no pueden ser más sabios, al afirmar la importancia de que "me ames cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite..."

Carol-Bord Y simplemente pasa que, tengo ganas de verte...