Le sacaba una radiografía, Martina, a aquella blusa en liquidación que encontró mientras caminaba por la Avenida, inadvertida del mundo, como un ermitaño peleado con la vida.
Observaba la blusa. La deseaba. Lamentaba aquel segundo de duda en su mente, en donde el descuido le jugó una mala pasada y ahora, debía sufrir mientras otra compradora con una dosis justa de decisión estaba a punto de apoderarse de la prenda. La deseaba ahora más que nunca, por verla lejana, por verla en manos de alguna compulsiva entrenada específicamente para cortar ilusiones de aquellas que están a la espectativa de las rebajas económicas. Martina, sentía que incluso, la flamante dueña de la blusa, gozaba esta escena. Gozaba que cualquier espectador se entristeciera de no haber podido adquirirla a tiempo. Parecía más contenta por la angustia de Martina (frustrada como antibiótico en una noche de borrachera), que por su nueva adquisición. Y esto, no hacía más que enervarla.
Sin embargo, una vez en la caja, y decidida a abonar su prenda, la chica manifestó haber olvidado su billetera, vacilando, incluso, la posibilidad de que se la hayan hurtado. Con gestos que expresaban más preguntas que una niño en la etapa del "Por qué", se fue la frustrada compradora. Y fue en ese momento cuando Martina, tenía el tesoro a la vista; iuminado como un mesías materializado en tiempos de desconcierto. Sin embargo, aquella blusa; azul, retro, impecable, ahora parecía representarle una prenda obsoleta y con olor a naftalina. Y recordaba más que nunca que el azul, era un color tan insulso, como jodido.
Decidió entonces, obligarse a pensar que estaba por perder el subte para llegar a horario.
Y contenta, Martina Flora se alejó del local y de su ahora odiada, prenda en liquidación.
Carol- bord Yo te prefiero fuera de foco, inalcanzable...
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