Escribiéndome... para romper violines

23.4.12

Con fecha de vencimiento

 Desde la existencia del hombre, que el mismo, una vez que inserta su cuerpo material en el mundo, debate sin descanso, obstinado, acerca de la muerte. Nace, y desconoce durante un tiempo que, pese a aparentar ser una especie de Marilyn Monroe en miniatura, por la demanda de todo quien lo rodee, está destinado a perecer algún día, del mismo modo natural que apareció. Eso, según dicen, nos diferencia de los animales. Ni el trillado raciocinio (aunque sin él, no podríamos saberlo), ni la capacidad de explotar la naturaleza, ni el lenguaje oral, ni la capacidad de hacer uso de camiones atmosféricos.
 Lo único que sabemos es que llegamos para irnos. Es entonces que en esa toma de conciencia, muy alejada a la conciencia de clase, empezamos a filosofar sobre el sentido oculto de la muerte en nuestra vida "Cuando nosotros somos, la  muerte no existe, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos"; o a poetizar con manchas de muzzarella como "Sin ti la vida se me va..."; o a temer que la parca nos gane de mano antes que cantemos "Piedra libre para todos mis compañeros"; o a huírle tomando recaudos, como quien se escuda tras cuarenta cerraduras, chequea cinco veces consecutivas haber cerrado la perilla del gas o apagado la plancha de pelo y evita el contacto con la comunidad biótica a fin de no morir antes de tiempo; o, por el contrario, vivir al límite... abriendo la heladera descalzos, por ejemplo. La realidad, es que muchas veces nos creemos tan impunemente vivos, que, incluso sosteniendo, al lado de un féretro que "no somos nada", creemos fehacientemente que a nosotros no nos va a tocar.
 Más allá de la humorada negra que uno le pueda otorgar, me sucedió hace pocos días, presenciar el velatorio de quien fuera el abuelo de una de mis mejores amigas. Claramente, ella y toda la familia, estaban devastados. Pero a causa de ese quiebre emocional que produjo la pérdida, noté en el ser humano cierta tendencia que, de la mano con la muerte, pareciera estar en los genes del ser humano: el auto flagelo.
 ¿Costumbre occidental antigua?, ¿culturalmente necesario?. La globalización parece estar surtiendo efecto en nuestra sociedad aún más: Ya no sólo nos contentamos con pedir gusanos en Casas de comida rápida, sino también, le otorgamos al acto de despedida carnal de un ser humano, la misma carga solemne más cercana a una boda, que a lo que debiera ser, a mi juicio, un adiós corto y conciso como coito precoz.
 No fue en este caso particular, en el que el servicio de lunch se hizo presente, mientras los invitados platicaban sobre "Lo bueno que era..." y el mencionado "No somos nada" y mechaban con chusmeríos de la Pocha y demases. Pero sí, el modismo fue prácticamente el mismo; una velada de casi doce horas. Doce horas en donde, la moral de los más dolidos se iba por la alcantarilla, y los minutos que pasaban eran útiles solamente para procurar fijarse la vista al cajón abierto.
Creo que fue causal, que días previos a la mala noticia, una amiga dijera convencida que, tras la ruptura con su pareja, le sería más fácil afrontar una pérdida material, por muerte, que ponerle el pecho a la dolorosa separación de una persona que seguirá con vida, pero ya no con ella.
¿Será realmente así? ¿Preferiremos saber que una persona está muerta literalmente para asesinarla en nuestro inconsciente, o será más difícil continuar viviendo, sabiendo que un ser amado ya no nos ofrecerá un mate, porque solamente podrá hacerlo en nuestro inconsciente?.
¿Nos duele el ego que quienes queremos no nos sean correspondidos, y por eso preferimos pensar que simplemente murieron, o realmente, la real concepción de muerte, asi como para los hindúes, no es mas que el comienzo de otra cosa? Y si fuese asi ¿qué nos empuja siniestramente a obsesionarnos con la pérdida que ya no tiene vuelta atrás, si lo que iría contra natura, en todo caso, sería la inmortalidad?.
Entonces ¿es verdad que nos diferencia de los animales que seamos tan conscientes de la muerte, si cuando nos toca de cerca, nos paraliza los latidos como si desconociéramos que el curso natural de la vida es ese?.
¿Será que estamos siempre mejor preparados para morir, que para ver morir? ¿o más que una preparación, será la facilidad de despojarse del mundo, dejando atrás (a menos que tu apellido sea Menéndez o Massera), un pequeño universo que lo llorará indefectiblemente?
 Seguramente, sea más fácil dejar que ser dejado, asi como morir que ver morir, la cuestión es, poder romper con las cadenas que no se cortan como un cordón umbilical, que nos atan siempre a la dependencia, por pequeña que sea. De otro. O en su defecto, de nosotros mismos...




Carol-Bord Is Easy to leave than to be left behind...



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