Un
concepto sociológico, afirmaría, que lo que se trata de buscar es el costado
natural de todo evento social, porque, escarbando un poco, se encuentra uno
frente a frente con lo culturalmente impuesto y lo poco natural que eso
resulta. Desnaturalizar lo social; quitarle la carga establecida a los hechos
sociales, verlos con ojos realistas que analicen si en verdad, por inercia, un
hombre se apalea con una mujer, y repentinamente, lo anti-natural termina
siendo la unión hombre-hombre o mujer-mujer. Lo mismo sucede todo el tiempo.
De
lo anti natural, o poco aceptado por criterios propios, es que surge una nueva
problemática: Lo raro. ¿Hay rarezas objetivas? Se presenta de rara forma la
respuesta; lo que le escape al consenso del que hablaba Durkheim, es raro.
En
un ghetto, sin lugar a dudas, será raro divisar a un señor con sotana, deseando
felicidades un 31 de Diciembre, e incluso chocante (quizá más chocante sería
divisarlo fuera del ghetto, entablando íntima afinidad con menores de edad).
En la India, seguramente, observar a
una familia reunida en una mesa, rindiéndole culto al “aplauso para el asador”,
sería no sólo signo de desafío demoníaco, sino también un panorama digo del
destierro.
Y sin embargo, mi ojo
autocrítico que rara vez se decide a admitirse equivocado, también encuentra
raro, escucharme emitiendo frases del tipo “Esto es raro”; “Vos sos raro”; “Es
muy raro”, y etcéteras. Claro está, que uno (lo admito; decir "uno" es cosificar al sujeto que es uno mismo en verdad, para quitarle la angustia que produce asumir que en verdad "Soy yo quien hace eso"), como decía, las personas, parten del lugar dogmático en que se
sienten, del Evangelio Sociocultural. Pero la problemática se torna aún más
intrincada, cuando la contratapa del Evangelio nos muestra a otro individuo
señalando con el dedo acusador, las rarezas halladas en nuestra conducta.
Levantarse de una confitería (que a diferencia de los dinosaurios, existen
incluso en el siglo XXI), voltear para confirmar que no se ha cometido ningún
olvido, y tomar varios terrones de azúcar Y/o endulzante dietético.
Probablemente, le resulte sumamente raro al señor moralina de la mesa de al
lado, quien internalizó, a su vez, como acto natural, tener empleados en negro.
Y mientras
tanto, me suceden estas vueltas de rombo, girando entre las reflexiones
filosófico-baratas, para desembocar en que no he de inventar la pólvora, pero
sí, acabo de llevarme un chasco prematuro. Que pone a prueba mi nivel de ego, de una
forma totalmente cruda: comprender que mientras le busco lo raro a lo
cotidiano, para hacer más amena mi realidad, hay otras personas encontrando
rarezas en mis búsquedas de felicidad, o simplemente (y a libre interpretación,
si eso es mejor o peor), en mi persona.
Carol-Bord Rara como encendida...
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