Escribiéndome... para romper violines

12.5.12

¿Desde qué lugar se escribe sobre rarezas?

Un concepto sociológico, afirmaría, que lo que se trata de buscar es el costado natural de todo evento social, porque, escarbando un poco, se encuentra uno frente a frente con lo culturalmente impuesto y lo poco natural que eso resulta. Desnaturalizar lo social; quitarle la carga establecida a los hechos sociales, verlos con ojos realistas que analicen si en verdad, por inercia, un hombre se apalea con una mujer, y repentinamente, lo anti-natural termina siendo la unión hombre-hombre o mujer-mujer. Lo mismo sucede todo el tiempo. 
 De lo anti natural, o poco aceptado por criterios propios, es que surge una nueva problemática: Lo raro. ¿Hay rarezas objetivas? Se presenta de rara forma la respuesta; lo que le escape al consenso del que hablaba Durkheim, es raro. 
 En un ghetto, sin lugar a dudas, será raro divisar a un señor con sotana, deseando felicidades un 31 de Diciembre, e incluso chocante (quizá más chocante sería divisarlo fuera del ghetto, entablando íntima afinidad con menores de edad).                           
 En la India, seguramente, observar a una familia reunida en una mesa, rindiéndole culto al “aplauso para el asador”, sería no sólo signo de desafío demoníaco, sino también un panorama digo del destierro.  
 Y sin embargo, mi ojo autocrítico que rara vez se decide a admitirse equivocado, también encuentra raro, escucharme emitiendo frases del tipo “Esto es raro”; “Vos sos raro”; “Es muy raro”, y etcéteras. Claro está, que uno (lo admito; decir "uno" es cosificar al sujeto que es uno mismo en verdad, para quitarle la angustia que produce asumir que en verdad "Soy yo quien hace eso"), como decía, las personas, parten del lugar dogmático en que se sienten, del Evangelio Sociocultural. Pero la problemática se torna aún más intrincada, cuando la contratapa del Evangelio nos muestra a otro individuo señalando con el dedo acusador, las rarezas halladas en nuestra conducta. Levantarse de una confitería (que a diferencia de los dinosaurios, existen incluso en el siglo XXI), voltear para confirmar que no se ha cometido ningún olvido, y tomar varios terrones de azúcar Y/o endulzante dietético. Probablemente, le resulte sumamente raro al señor moralina de la mesa de al lado, quien internalizó, a su vez, como acto natural, tener empleados en negro. 
 Y mientras tanto, me suceden estas vueltas de rombo, girando entre las reflexiones filosófico-baratas, para desembocar en que no he de inventar la pólvora, pero sí, acabo de llevarme un chasco prematuro. Que pone a prueba mi nivel de ego, de una forma totalmente cruda: comprender que mientras le busco lo raro a lo cotidiano, para hacer más amena mi realidad, hay otras personas encontrando rarezas en mis búsquedas de felicidad, o simplemente (y a libre interpretación, si eso es mejor o peor), en mi persona.




Carol-Bord Rara como encendida...

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