Escribiéndome... para romper violines

10.11.12

El país de...



Había una vez, un país que emanaba sed de cicuta por cada brote de abstinencia. Según la leyenda que algún sabio osó revelar, ese país de érase una vez, no estuvo hecho porque sí.
 Ese país no era una guadaña, ni una nación Ingalls, o Neverland.
Ese país era el país de las Malavillas.
 Se rumoreaba que Malavillas vivía en caos, que pronto iba a competir cabeza a cabeza con Hiroshima y Nagasaki por un premio que convenía esquivar. Se decía que había pestes, guerras y bozales.
 Sin embargo, estaba generosamente poblado, y  para sorpresa masiva, gran cantidad de sus habitantes aseguraba sentir a flor de piel la gestación de su peregrinaje sin precedentes, con sentido, dirección y necesidad vital. Con sentido hacia la (¿histérica?) "ruta dignidad" (¿que supieron conseguir o SUPUSIERON conseguir?). Con dirección situada en una senda (no, lector, no es de bicis), de equidad y destierro de toda estigmatización.
 Pero a causa de una grave anorexia de prensa y comunicación, el panorama quedaba distorsionado, reflejando apenas un selecto grupo que decía haber reencarnado en la secta de "Mesías veinte doce", "Neo Mesías revolucionarios en lucha por el derecho de las holidays en Puntaeleste y nada, eso" , y hasta hay quienes se atrevieron a bautizar este "Movimiento copado", (o Cool Movement) como "El manifiesto Ocho-Eneísta" (o bien, Menemizta... Testículo, teta, sorete). Todos. O ninguno.
Ese país era, ahora y bajo los efectos del desfajase , una horda superdotada de señores y señoras de castas lungas que se alimentaban por deseo más que por necesidad, y leían diarios a la hora del desayuno por tedio y desgano de comunicarse más que por saber si había vida en las afueras de su metro cuadrado.
Ellos poseían la milagrosa, y acaso envidiada  iluminación altruista, capaz de traer al mundo tangible todos aquellos evangelios, (si es que hubieren muchos y absolutos, simultáneamente), a fin de forjar un lugar perfecto, un mundo feliz (sí, con alfas al mando y betas subordinados, para plagiar un poco).
 Ellos tenían el privilegio del raciocinio como único existente y dogmático, y venían a reaccionar en efecto a su toma de conciencia (sé, claro... "Conciencia de clase", já). Su plan era limpiar lo que el viento había amagado regalar durante largo tiempo, como quien tienta con sortija en mano al pie de la calesita. Querían limpiar un poco el panorama que costaba un poco reconocer como propio, a fuerza de sangre, sudor y muchas lágrimas. Si el que no llora no mama, los peregrinos epsilones tenían mamadera hasta el purgatorio.
 Hoy las cosas cambiarían. Ellos alterarían, reformarían lo malformado y enderezarían lo torcido.
 Ellos y su don, claro.
 Emprendieron, oficialmente desde hace unas horas, su lucha masiva en repudio a los males que asomaban sin avisar, males desposeídos de sombra. Entusiasmados, ensimismados, atocigados, infundamentados; ellos ofrecieron un show ad honorem con bases de caridad y humildad de indigencia little horseana, con fines sencillamente didácticos y maduros. Así lo requería su nivel prodigio para esta poco fácil misión moral y ética como ciudadanos, que tuvo como primer acto el ejercicio del derecho más fervientemente democrático: El derecho a manifestar libremente que no viven en libertad.


Carol-Bord... Malavilla es toda acción y todo efecto de cobijar a la "gente millonaria paga a la gente rica para que le diga a la clase media que la culpa es de la gente pobre..."

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