Escribiéndome... para romper violines

11.5.13

De privacidades en primera persona



 La cartera de Caro no es una cartera. Es una valija violeta que le costó tardes de llanto y pataleo.  Una valija que vaya alguno a saber por qué tiene nombre de mujer. Una valija Juliana, simuladora; la incita a Carito a creer  que es una prestigiosa periodista a los cinco años. La abre y se encuentra con el primer, y acaso uno de los pocos amores de su vida: un micrófono. Una valija de mentira. De mentirita. Hurgando aún más, la valija trae consigo diversión y obligaciones (también simuladoras); credenciales, acreditaciones, tarjetas para entrevistar a celebridades, anotadores, y algún pulmotor que probablemente sea ayuda en momentos de corridas callejeras,  cosa que ella comprobaría al afiliarse al club tabacalero.

 La cartera de Caro no es una cartera. Es una mochila con ruedas, que le hacen creer por un momento, que está subiendo las escaleras de alguna terminal, llevando consigo un equipaje que recorrerá el mundo entero. La mochila, tiene como huésped legítima a una cartuchera Looney Tunes de tres pisos, cuadernos forrados con la prolijidad compulsiva de su hermana y repletos de tareas siempre hechas como buena nerd, y una cantimplora que le hace compañía al alfajor del espacio que se compró en el recreo por $0,25.

 La cartera de Caro, es una mochila. A secas. Una mochila raquítica; con parches mal cosidos de Patricio Rey, leyendas amigueras escritas en liquid paper, frases de canciones empáticas. La mochila contiene carpetas A3, cancioneros para guitarra que suplantan la tabla de los elementos químicos, estuches con maquillaje que suplantan los útiles escolares, y lapiceras. El libro “Rosaura a la diez” y “Las brujas” de Roald Dahl. Los materiales de Literatura y un atado de Philip Morris, que nadie debe saber de su  hospedaje, al tiempo que su interior debe durar vivo al menos una semana.

 La cartera de Caro es un morral de tela de Aguayo. Debería poseer somníferos de biología, pero en cambio contiene cds prestados, cigarrillos ya legítimos que ahora duran lo que un suspiro; delineadores y paquetitos clandestinos, que le ocasionaron días atrás, el enojo de mamá y papá, antecesor y causante de la primera visita de la joven Caro al psicólogo (véase: La noche en que la cartera era bilis de viejo metalero reventado como disfraz de borrega quinceañera). También, contiene apuntes y fotocopias sobre la investigación que realiza junto al mismo compañero que le regaló el libro "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir, que decidió obsequiárselo porque escuchó a Caro una vez decir que le gustaría leerlo. (véase: Feminista en ciernes).

 La cartera de Caro, es a juzgar por sus antiguas elecciones accesorias, una cartera de dama inglesa. No pierde la trillada esencia platónica, la esencia de la ausente combinación impune que tanto le gusta. Posee en el bolsillo infinidad de boletos de tren, su pulmonicida predilecto Camel, su particular “Primeros auxilios” con delineador negro y corrector de ojeras, siempre salvadores, y el mp3 que intenta ocultarle al mundo por sus paupérrimos auriculares acompañantes, que ella misma sostendrá (a fin de que funcionen) con la mano sobrante, mientras que con la otra mano se aferrará al caño del Colectivo.
Adentro hay cuadernos habitados por escritos suyos; poemas que mutarán en canciones, anotaciones y apuntes de sus clases en la UNQ y la UBA, cuentos y anécdotas: Los  verdaderos cuadernos de su vida.

 La cartera de Caro, es una mezcla furiosa entre cigarrillos que no la sacian si no vienen en formato familiar. Contiene cuadernos, anotadores y libros, maquillaje y potes de productos estéticos. Algún que otro spray para el cuidado del cabello que prepondera en urgencias mirando con aires de alteza a la cordura en podios bajos. Y un boleto del último tren que tomó, que ahora es un fragmento de pasajera devenido en barquito de papel. Un celular que ahora ya no es acudido ante flirteo púber sino ante trabajo y comunicación por responsabilidades. No tiene Whatsapp ni Face. Pero tiene de fondo de pantalla a su padre con su payasada crónica.

 La cartera de Caro, es pequeña por todo lo que a ella satisface. Contiene algunas anotaciones con rótulo "no olvidar ir a..." porque su sintaxis la abandona peor que los anti transpirantes berretas abandónicos.
Contiene ciertas prescripciones médicas y órdenes de estudios que jamás efectuará pese a sus infantiles promesas sobre el bidet.
Es inmensa por todo lo que le lleva hurgar a fin de encontrar el celular que está sonando. Es demasiado sofisticada por la nena del hombro que la posee y luego hablará. Es demasiado rústica a juzgar por su patrimonio de prendas que visten a un mundo pero no clasifican para conformar su necesidad de closeth. Es demasiado para ella.
Es apresurada la responsabilidad de sacar a pasear una cartera en manos que usan esmalte y brillitos, y gesticulan más de lo que piensan.
Es prematuramente una decisión a prueba de madurez.



Carol-Bord... I don't wanna grow up.

2 comentarios:

  1. Te quiero tanto, es increíble lo lindo que escribís.
    Pareciera que diste al mundo una invitación a conocerte por medio de carteras locas en diferentes estapas de tu vida y a plantearnos a nosotros, los lectores y las lectoras((:) cuales fueron hasta ahora nuestras carteras Juliana.
    Pareciera ser que te faltan como a una futura Maitena una cartera con varios pares de lentes, pastillas para todo tipo de enfermedades de antares y muchos caramelos para los nietos. Valijitas que vendrán...
    Cuando sea grande y sea editora, te voy a hacer un libro con tus escritos porque mucha gente merece leerte...

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    1. Sos tan dulce y especial que lográs lo que pocos realmente: No existe persona que te conozca, que se olvide de vos. Eso me pasa: Ganas de verte ya y abrazarte fuerte, gratitud por tus hermosas palabras, emoción al ver que lo que tengo para decir (en Blog, en radio, en una canción), le interesa a una persona tan importante como lo sos vos; con eso basta para sentir que alguien disfruta de leerme.
      Ya me editarás, no hay duda, mientras tanto te digo (como siempre te digo), que te tengo MUY presente independientemente del tiempo y la distancia (que es poca, che, ¡media pila!)
      Gracias por ser de esas personas que, no importa qué pase, siempre van a estar en esos momentos dando apoyo. Sos incondicional.
      Te quiero y te extraño. Gracias, miles.

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