Escribiéndome... para romper violines

13.9.14

Filofaseando en la vida sobre la vida...

 A veces, la "gente" (imaginario de gente: Revistas medio gilas, foros hechos por y para curiosos con eufemismo, y tantos etcéteras) se proponen plantear de manera resonante qué poder, entre todos los imposibles, elegirías tener para ejercer determinada acción presuntamente imponente.
Hay tres tipos de elecciones; La primera, aquella que busca cambiar el mundo; es el caso de quienes optarían por parir un ente capaz de frenar el avance desmedido y sinsentido de Macri en la política.
La segunda remite directamente a la necesidad de hurgar en esos lugares utópicamente misteriosos aunque superfluos; son quienes preferirían emanar esa capacidad monumental de mutar en mosquito, meterse en las sábanas del ex, enterarse de sus miserias con su nueva novia y zumbarle al oído durante toda la noche a la nunca bien ponderada "actual". Creemos que todos los mosquitos zumbadores que imposibilitan la concentración son ex de nuestras parejas, o gente que conquistó esa posibilidad y nos odia un poco. De otra manera, el trabajo de mosquito sería lo opuesto al de la hormiga: Un bicho en vano, que vela toda la noche buscando a quién joder, y que en lugar de tomar el fernet que dejaste en la mesa, prefiere chuparte la sangre. En fin, medio bobos.
 Finalmente hay un tercer tipo de elección: La que se relaciona con lo espacio-temporal; digamos, esa respuesta que a las claras connota básicamente el cliché, es decir: "Me gustaría viajar en el tiempo".

Y es que creo, que por quemada, trillada, intrascendental para el mundo que esa frase suene, esconde lo cierto, lo que en el fondo todos buscaríamos.
Y no precisamente para la comodidad del acomodado de la vida, que si tiene un GPS a cada paso marcándole dónde doblar para no salir lastimado es feliz.
Es más profundo.

Estoy convencida, que de tener la posibilidad de viajar en el tiempo, de darme una vuelta por esos extasiados años adolescentes, donde quería ser la pirómana de mis etapas, donde buscaba siempre el escalón que seguía antes de acordarme en cuál estaba parada; si me tuviera, un ratito, a los 17, a los 18... A los 19, (que tan lejos no debería irme...), me diría un par de verdades:

-Nena, no sufras, no coge bien... Nunca te va a entender, y aunque te entienda, difícilmente te importe, porque es un pelotudo. Y además, no coge bien. Nunca lo olvides. Tiempos mejores vendrán.


¿Es más cliché que lo precedente? No sé, pero si YO misma me lo hubiese advertido, con el escepticismo más profundo y estoico, me hubiese dado la mano y la otra la hubiese usado para dar una buena cantidad de cachetadas...


Carol-Bord... "Hoy tengo algo mejor..."

11.6.14

Duelos

 Hace días que estoy enojada; insufrible, intolerante, insoportable, imbancable.
Giro en ochos tratando de encontrarle una vuelta, pero la única que da vueltas sobre lo mismo soy yo.

Me molestan esas alarmas de autos, esos dueños de cada coche de mi barrio, que no están enojados con nada, con nadie... Pero el sonido anti-robo de sus automóviles parecieran ser música para sus oídos, o cantos de sirena, o Arrorrós de una madre que intenta dormir al pequeño que llora sin consuelo.
Me molestan esos pibes con gomera... Bah, ¿a quién engaño? Siempre me molestaron, es que quiero sacarme culpas de un pasado jodido.
Me molesta sacar la basura y, como quien encuentra al despertar un post-it que declara el amor de un otro, encontrarme con envases de botellas en el canasto de basura que comparto con mis vecinos; restos de alimentos de transeúntes que deambulan por mis pagos y deciden botar sus sobras donde yo tiro mis bolsas de basura... No tenían tiempo de llegar a un cesto barrial. Me molestan.
Me molesta que mi perra pierda tantos pelos. Y me molesta que me moleste que mi pobre perra pierda tantos pelos dejándolos como huellas similares a las migas de pan, de aquellos hermanitos en el cuento infantil.
Me molesta la forrada masiva de unirse en una causa con un módem: Detesto ver perros descuartizados cada vez que entro en una red social en una foto con una leyenda que advirtiera la grave consecuencia que le provoco a la sociedad si yo no difundo esa tétrica imagen.
Me molestan algunas licenciadas en Recursos Humanos.
Me molesta que por culpa de unas pocas, nos sigan señalando como el sexo competitivo, envidioso por naturaleza.
Me molesta esta molestia.

Hablando con un amigo, hace poco, descubrí cierta base de mis enojos.
Estoy enojada con la vida. Por arbitraria, por injusta, por puta.
Porque es ella la que me remite a mi infancia, cuando éramos dos bandos en la clase de Educación Física del colegio, y el capitán de cada grupo se encargaba de elegir a los participantes de su equipo. Algo así es el duelo entre la vida y la muerte. Cuando la vida va eligiendo quiénes juegan para ella, por definición también está eligiendo quiénes no juegan para ella. Y la muerte, por descarte, se va quedando con el resto. Cuando a cada uno de nosotros, la vida nos apunta con el dedo, nos genera gratificación. ¿De qué? Preguntarán algunos. No lo sé. Hace meses que no le agradezco nada a la vida y es algo que me enoja mucho. Y si lo hago, me olvido a los segundos.
Desde que la vida misma se encargó de quitarme algunas sonrisas, siento que no hay mucho de qué reír.

Debería estar enojada con la muerte, es en verdad ella la hija de puta que se encarga de hacernos daño; de dejarnos solos, de alienarnos. Es ella en verdad la que te elige en su equipo, o la que hace trampa para que pierdas.
Cada vez que me enojo con la vida, siento una traición. Siento que enojarme con ella es morirme en vida cada día un poquito. Caminaré por lugares comunes, pido perdón, lector, pero para mí no es nada común hacerme cargo de estas miserias que se incrustan en mi corazón... Que ya está destartalado, pero apenas potable como para mantenerme parada y sonreír de vez en cuando.
Mi enojo no es con el distraído que se olvidó la alarma activa de su auto, ni con la señora que me tira una bolsa Ziploc en el canasto de residuos, ni mucho menos con Jamaica, mi perrita.
Estoy enojada.
Más que enojada triste.
Estoy tan triste que mis enemigos hoy serían grandes refugios.

Estoy tan triste que en el duelo que peleo día a día, no me importa ganar o perder.

Estoy tan triste, que si venís cinco segundos para decirme que te vas a ir, me hacés feliz un rato.

Estoy tan triste que las descripciones se funden en mi pensamiento, porque el vacío las opaca.

Estoy tan triste que cada vez que te veo de mentira, el vacío se va.



Carol-Bord... Sigo llorando, pero por vos luchando...




18.5.14

The Story of my life...

Alguna vez, escuché en una película, en boca de un personaje que sufría de una enfermedad terminal, una reflexión sobre aquellas cosas de las que llevamos registro, tan banales como esenciales en la vida de cualquier persona que valore esa cotidianidad como la amante de las plantas mientras las riega al sol: Si hoy te fueras a morir, ¿recordarías la última vez que acariciaste a un perro? ¿La última canción que escuchaste en una radio? El pasaje es paupérrimo, el concepto es genial.

Acostumbrados a "empeñarnos en hacer otros planes", es como todo sucede.
Cuando suena la campana de manera forzosa y en el fragor de esta extasiada lucha te vas a una esquina del ring a descansar dos minutos y (hacer el esfuerzo de) reponerte, en ese efímero momento, comprendés finalmente y con dolores todos, que ya nunca más te va a abrazar.

Suena la campana otra vez. Pero nunca más te va a abrazar. "¿Cuándo fue la última vez?" -pensás-.

Mientras tanto, sin respuesta eventual, fabricás una pizca de fe y la ingerís... Porque parecerá que ya nunca más. Pero sabés, en el fondo, que siempre habrá forma de abrazarse... Porque los grandes peces se transforman. No se pierden...





Carol-Bord... "Hay algunos peces que no pueden ser atrapados. No es que sean más rápidos o más fuertes que otros peces. Sólo están tocados por algo especial..."

17.4.14

Días

En días como hoy, donde te siento mucho y sigo pensando en vos siempre, siempre extrañándote, mi mente muta en un artilugio donde viven cientos de boomerangs y cada uno de ellos es por cada día que nace y muere sin el angel de mi soledad, me percibo a mí misma sufriendo en carne propia que las despedidas son esos dolores dulces y retumba en mi cuerpo un pensamiento que ya es síntoma físico, de falta, de desesperanza, ladrón de mi cerebro, es casi hipnótico, ¿cómo no sentirme así? Me retumba el malestar de pensar que ¡el mundo es tan chico, VIEJO, sin embargo nunca supe de alguien como vos! En días donde mi genio amor siempre llevará tu enseñanza...
¡VIVIR SÓLO CUESTA VIDA!  En días donde lloro por dentro y sigue la vida, mientras la vida se va, mientras la vida pasa, sin darme cuenta ahí estás. En días como hoy, donde la fe me contiene, creyendo que hay un lugar allí para mis huellas. En días como hoy, donde los problemas son otra cosa, donde comprendo que la vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo. En días como hoy, de esta puta sensibilidad, de esta tarea fina perdida, con estas ganas de que seas como esos pájaros de la noche que oímos cantar y nunca vemos: No me preguntes por qué, pero en días como hoy, si tengo que elegir la mejor y más bella canción que aborde el desamor y la nostalgia a flor de piel, elijo esta...








Carol-Bord... Nadie es capaz de matarte en mi alma...