Para que no te olvides
Recuerdo
haber visto esa cara antes. No sé aún si en la TV, si en algún cumpleaños de
amigos en común, o en la casa de mi madre, eterno lugar donde desfilan todos y
cada uno de los vecinos del barrio; sus mascotas, sus primos lejanos y hasta
algún que otro comerciante de los pagos. Tampoco tengo registro de cuándo fue
ocasionado ese encuentro antes de este. Muchas veces me veo en situaciones de
charla interna y revisionismo que busque aclarar de dónde conozco a las
personas que creo haber visto antes; pocas veces triunfa la respuesta. “¿Será
un deja vu?”, me digo. “¿Qué era un deja vu?”, me respondo.
Los
minutos pasaban en el Tren Roca destino a Constitución. Ella se había subido en
Gerli y no quedaba mucho tiempo para descifrar quién era. Comprenderá, lector,
que soy muy amante, casi obsesiva, al límite de la psicosis, de resolver estas
cuestiones. Cuando no lo logro siento una frustración más.
Era
morocha, tez trigueña, delgada en exceso, bonita también en exceso. Vestía una
camisa blanca, una minifalda negra de lycra y unos bonitos zapatos con leve
taco. Miraba su reloj a cada instante, y de manera casual (¿o causal?) me
cruzaba la mirada, haciéndola a un lado cada vez que yo la miraba a los ojos.
Se notaba que algo la inquietaba. Parecía estar muy disconforme con la lentitud
del transporte, ansiosa, apresurada.
Llegó
el tren a Yrigoyen. Apenas una estación más para descifrarlo.
Sentí
que estaba perdiendo una partida; no tenía certezas, estaba casi desorientada
cuando alguien, muy atento a ella y a su tal vez preocupación por llegar tarde
a quién sabe dónde le preguntó la hora.
-“Siete
y media”, contestó algo molesta.
Ahora
no sólo conocía ese rostro, ¡también conocía esa voz! ¡¿Quién es?!
Fin
del recorrido. Yo, casi desesperada, buscaba tener alguna pista más.
Para
mi sorpresa, se dirigió a mí antes de bajar. Me saludó y casi, culposa, me
dijo:
-Me
di cuenta que no me reconociste. Me voy volando porque estoy reee apurada…
Comprendí
todo.
Era
Juan Ignacio. Mi ex.
Carol-Bord...
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