Escribiéndome... para romper violines

10.5.22

Cosas

 Me pregunto si estás pensando en mí

ahora que estoy tan sola

Tan sola que me gusta

Tan sola como quería


Si extrañarnos no era una opción

entonces por qué la insistencia

en ochos buscándome

en pedazos hallándome


Me cago en la rima si pensás en mí

y esbozás una sonrisa

Si podés improvisar el destello

de lo que no va a ser y era feliz


Me pregunto si alguna vez pensás en mí

Más tiempo pasa y más sola estoy

Tanto como quería y me gusta

Que por qué me pregunto por vos

25.7.18

No va a haber muy pronto

Te fuiste muy pronto
Como el desertor de un mundo injusto
No hubo tiempo de despedidas
De me quedo un rato más
De una mesa larga
De te presento a mi amor
De aquí están mis hijos nunca
De compartir mi resurrección
De al final todo valió la pena.

Te me escapaste de las manos
Como la muerte epicúrea
Como un deseo al cumplirse
Como un beso que no vuelve.
Como el calor del invierno
se escapó con vos.
No hubo tiempo de últimas preguntas
De quedate un rato más
De burlar las injusticias

No hubo tiempo
No va a haber

Muy pronto
Nunca más

Carol-Bord

22.4.18

Se va a caer

El viernes en una fiesta, de madrugada, tuve una de esas charlas reveladoras que merecen ser guardadas en la vitrina. Éramos tres borrachas en el baño de mujeres. Dos amigas que hablaban entre sí, y yo que paraba la oreja como el chismoso del tren que cabecea para leer el diario de la persona que está a su lado. Ellas, más chicas que yo, hablaban de no gustarse, de no estar contentas con cómo lucía la ropa que vestían, con verse feas: con verse gordas. Eran dos chicas con cuerpos comunes, con cuerpos reales, y deseaban otro que no fuera el suyo, lamentaban uno o dos kilos de terrestre mortal. Era la reproducción fiel de lo que escupe el patriarcado: mujeres inseguras, mujeres sin autoestima.
No pude evitar intervenir (haciendo malabares para que mi nivel cognitivo neurolingüístico y mandíbula funcionaran) y les dije: ¿se imaginan a un varón de su edad angustiado porque la remera le marca algún rollo indeseado? Y la charla comenzó, para mi sorpresa, con ellas escuchando atentas lo que quien suscribe, con algunas copas de más decía. Y siguió con ellas asintiendo. Luego, entre algunos chistes, afirmaron que el malestar cotidiano de no cumplir con estándares imposibles de belleza, terminaba donde empezaban sus ganas de tomarse una cerveza. Nos reímos. Y cantamos juntas: "Abajo el patriarcado se va a caer, arriba el feminismo que va a vencer..."
Dimos una batalla en uno de esos lugares tan estigmatizados por el imaginario social y tan mal retratados por las revistas de moda: el baño femenino. No sólo vamos en patota a maquillarnos, a escoltarnos, también ahí podemos hacer aún más grande la conciencia del hartazgo hacia lo natural. Ahí nos tenemos: a las nuestras y a las desconocidas. Ahí y afuera.

Sin embargo ese pensamiento lo tengo tan latente como las responsabilidades en mi cerebro a la hora de dormir: estamos condenadas. Condenadas a desear lo que no tenemos. A ser como no somos.
A aspirar a aquel idilio como un conejo persiguiendo la zanahoria, que se escapa cuantos más pasos damos.
Desde que nacemos tenemos dudas, desde cómo vivir a cuándo moriremos y qué sucederá entonces. Pero hay algo asegurado: nunca estarás conforme con vos. Tu cuerpo no es tu casa. Tu cuerpo es ese extraño que colonizaron otros extraños, que si no luce como el colono dicta, no sirve, es deshecho, next.
Condenadas a que celulitits, estría, arruga, rollito nos gane o nos juegue una mala pasada: a desilusionarse porque una nunca será perfecta. Pero acaso, ¿qué lo es? Sin embargo, las publicidades que mamamos nos dirigen la palabra (salvo cuando se habla de fútbol, tarjetas de crédito o autos) para decirnos: "che, te queda horrenda la celulitus, probá con Noicochea para ser una persona digna", "¡Esas estrías post embarazo están más deprimidas que vos! Podés ser feliz usando Chicatricure y acercarte a la perfección imposible", "No seas una gorda feliz con helado, comete este postre Diet 0 calorías que llena menos que el changuito en épocas de crisis y sé una mujer menos contenta con su cuerpo y sus ganas insatisfechas", o "se te nota que tenés más de 50 años, al mundo no le servís, pero si usás esta excelsa crema Anti Age, podés ser menos patética".
Claro. Cierra todo como un semicírculo gestáltico. Ineludible el malestar, ineludible la depresión: ¿quién no quiere encajar? ¿quién no desea pertenecer? ¿Cómo les voy a decir a esas chicas que son hermosas como son, si la sociedad se encarga de decirles lo contrario? Si yo también soy víctima de eso. Y que arroje la primera piedra quien esté libre de pecado.
De a poquito nos vamos haciendo más pobres y menos felices.
Pero lo que importa, lo que verdaderamente importa es el camino. Una vez que el cuestionamiento hacia las cosas que te duelen empieza, eso ya no para.
Y van a haber recaídas. Y te vas a sentir triste, y te vas a comprar la Noicochea, y un día te vas a mirar al espejo y vas a pensar: "la puta madre, soy linda". Y luego te vas a cruzar con dos desconocidas que manifiestan complejos con sus cuerpos, y les vas a decir: "No están solas. No están locas. Lo que piensan es coherente con lo que nos alimenta. Pero ahora que estamos juntas... Ahora, que si nos ven... SE VA A CAER..."

Y un viernes cualquiera, en el baño de una fiesta, de madrugada, podés dar la batalla y de a poco ayudar a tu mente a entender que no tenés nada que comprar ni nada que llorar, porque sos hermosa.


Carol-Bord

28.3.18

Al final soy resiliencia

Cuántas cosas hay impregnadas en nuestra cultura cool poser mainstream como se impregna ese olor del tiempo en las hojas de libros: la filosofía del "soltar", el trillado carpe diem, y ahora la cada vez peor ponderada "resiliencia".
Desde que escucho esa palabra en boca de personas que no respeto, siento un soplido interno de molestia... ¿Qué legitimidad tendría esa palabra que al decirla en programas de la tarde con total liviandad pierde sentido? Si acaso las grafías, los fonemas, no hacen más que borrarnos experiencias, si al decir le damos una entidad sonora a algo que en lugar de ser dicho debería ser vivido... Y aún así: si es recitado como versito, si es tan frecuente su alusión como lo es el surgimiento de olas en el mar, cuánto se deprecia, cuán difícil es otorgar un valor.
Pero descubrí, para mi sorpresa, que soy militante de la resiliencia. Soy resiliente.
Mis infiernos, mis manías autodestructivas, mis pérdidas y duelos me hacen pensar una vez más en lugares comunes: no me mataron y me hicieron más fuerte.
Cuántas veces en situaciones de dolor extremo pensé que ya no, que ya no habría un ápice de luz, un halo de esperanza para creer que cosas mejores vendrían.
Cuántas veces pensé: nunca voy a superarlo, nunca va a terminar, soy una esclava de mi libertad cumpliendo la condena que yo misma me dicté: de aferrarme a la adicción de hacerme mal.
Siempre leía sobre lo que yo atravesaba pero en palabras de teóricos que habían estudiado esos temas o de terceros que vivenciaban lo mismo: estaba encerrada en el laberinto de la desilusión, el horror, el hastío y en un círculo vicioso seguía consumiendo lo que me envenenaba, seguía alimentando la falta de hambre de vivir. Qué fuerte, ¿no? Era una especie de desgano por la vida. Más de una vez llegaba a la conclusión de que quería desaparecer, quería ya no ser. Y luego, al bajar de la mente a la realidad de un hondazo: de vuelta a la rutina y al autoflagelo, de vuelta a los fantasmas y a pensar que nunca más saldría de esa caverna.
Peor aún: cuando aquellas situaciones no eran creadas por mí y por el contrario, eran "cosas" de la vida, llámese pérdidas irreversibles, la depresión asistía a la procesión por dentro, porque el mundo no te espera, el mundo no se detiene, los que te cobijan siguen viviendo y el planeta girando: vos debés hacer lo mismo. Vos debés guardar la mierda en la alfombra más cercana y salir a hacer de cuenta que vivís.

El diccionario de la Real Academia Española define a la resiliencia como la: "Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos."
Y soy resiliente. Si después de esto, sigo en pie con más fuerza que nunca, es claro síntoma de que pude capitalizar las muertes -más allá de las literales- para adaptarme, no instalarme en la perturbación, mutar en algo más, en algo mejor, dejar de ser un ser biótico que respira a ser alguien que vive y no morir en el intento. Como un principio claro de la química: todo se transforma.
Y anoche, en una de las tantas y largas charlas que tengo con la almohada, comprendí que yo me transformé.
Me transformé en una sobreviviente. Y elijo seguir sobreviviendo.




Carol-Bord... "And I spent so many nights just feelin' sorry for myself, I used to cry but now I hold my head up high..."

27.3.18

El miedo al fracaso

Sabrá interpretar quien lea, que este blog no fue pensando en lo más mínimo con ánimo de abrazar la autoayuda o las frases hechas para salir adelante en un mundo atropellado. Pero a veces la realidad se entrena de la mejor manera con bolsas de Box para desestabilizarte de un golpe.
La cuestión a desentrañar somos nosotros a la hora de las decisiones y a partir de las decisiones, las respuestas de la vida frente a ellas, y a causa de esas respuestas nuestra capacidad de asimilarlas.
A continuación, el fragmento de un poema de una pobre chica que fracasó, volvió para contarlo, pero no como quiere hablar mucho del tema, prefirió dejarlo por escrito a modo de poema berreta con el que tal vez, algún fracasado/a se sienta identificado y así poder salvaguardar la raza humana:


Se siente un vacío todos los días de mi vida.
Un vacío que tiene gusto a injusticia.
De no saber por qué, de no entender qué faltó.
Si el miedo a ser rechazado hoy no significa nada,
peor es ser rechazado y ya.
Cuando diste todo, cuando no te quedó nada por dar,
cuando te quedaste vacío tiempo atrás porque sacaste todo de vos,
cuando todo lo que sacaste de vos era lo mejor
y cuando lo único que sacaste a cambio fue un mediocre
"Lo hiciste bien... Lástima, ¡no alcanzó!"


Carol-Bord

Todos los machismos van al cielo (RELATO ANÓNIMO)



Si aún hoy me cuesta entender algunas cuestiones, y a veces me avergüenzo ante niñas veinteañeras que son tan despiertas, imaginen por un momento lo que era yo a los 17 años...


Solíamos congregarnos en la puerta de la casa de una amiga, a hacer lo propio, tomar mates entre nosotras, con amigos, reír de todo, y esperar a que se haga de noche para entrar en nuestras casas donde todo nos parecía un aburrimiento sin fin. Eran tardes de -seguramente- un caluroso enero, ya habíamos terminado de rendir las materias, y estábamos relajados.

Yo, también, había terminado mis tareas en la iglesia. Sí, militábamos ahí, donde más allá de mi fé, me había acercado para hacerme de amigos, los que no pude hacer en el secundario.

Ah, sí... Qué lindo grupo, qué gente hermosa conocí ahí, algunos pocos hoy pertenecen mi círculo íntimo.

En fin, de todos estos “amigues”, había uno que trabajaba de noche, con lo cual a la tarde, una o dos horas antes de su horario laboral, venía a mi casa en su bicicleta, y yo, que estaba a dos casas de distancia haciendo nada con mis amigos, no bien lo veía doblar la esquina, me levantaba e iba a mi puerta para charlar con él.

Luego de eso volvía donde estaba y recogía chicanas de todo tipo: “¿ya se fue tu novio?”, entre otras fechorías. Yo me defendía y decía: “no es mi novio, es un amigo”, con cierta vergüenza, digámoslo, de que me involucraran con él.

Lo cierto es que venía una o dos veces por semana, a veces yo me reía de algunas cosas que hablábamos, otras, el silencio ya daba por terminada la visita, pero del otro lado no había reciprocidad; hacía caso omiso a ese ambiente que se vibra cuando algo se terminó y simplemente no se iba.

Casi siempre yo me aburría, no sabía de qué hablar, y no en pocas oportunidades, me llamaba a silencio, para ver si él se sentía aludido y se marchaba.

¿Cómo decirle que no venga más? ¿Cómo? ¡Si es un pibe divino, si es la fotografía de un muchacho de buenas intenciones, las señoras se pelearían por él, por tenerlo de yerno, bien peinadito y bañado y perfumado con esa colonia asquerosa! ¡Si además me traía souvenirs de sus vacaciones e incluso una vez, por motivo de mi cumpleaños, me regaló una “cadenita” con un dije de paloma! No puedo ser taaaan mala y sobretodo no valorar sus detalles…

Mis modales de piba educada una vez más me susurraban al oído: “¡no seas forra!”

Evidentemente él vivía en una dimensión paralela, porque empezó a venir más seguido. Ya inmersos en mayor confianza hacía chistes, y con cierta benevolencia, percibí que yo le despertaba una especie de ternura, o claro, encontró la excusa justa, puesto que me pellizcaba el cachete -a veces fuerte- como padrino o tío pesado. Eso no me gustaba.

Cuando contaba algo que solo a él le divertía, se acercaba y deliberadamente me pasaba la mano por la cintura, una mano transpirada por el calor. Así repetidas veces en cada visita. Escribiendo este relato todavía me acuerdo de cómo mi corazón se aceleraba, y si bien no me daba cuenta de que todavía no aparecía mi aprobación, identificaba que “bien” no la estaba pasando, que ESO no estaba bueno, que aumentaba mi fastidio cada vez que al saludarlo me sometía a un scan visual con escala en las tetas, que me transpiraban las manos y no por el calor, que un asco acompañaba el pellizco de mejilla y la mano en la cintura, todo como un itinerario de visita a un parque nacional.

Haciendo memoria, en su momento lo hablé con alguna amiga, ya ni me acuerdo con quién, temor mediante de quedar como exagerada. Ella me dijo: “¡pero si ‘random’ es un divino, y además re gusta de vos!” Rápidamente resolví en mi cabeza que si yo no gustaba de él, si no era mutuo, al menos no debía hacerlo sentir mal. De ahora en más iba a ser más condescendiente con él.

Lo concreto es que en las últimas visitas la pasaba mal, y no me animaba a decirlo. Tampoco lo problematizaba tanto, pensaba que realmente era muy cariñoso con todos. Al cabo de unos meses, en los que charlábamos a la vista de mis amigos en la puerta de casa, puse en marcha una estrategia: hablar y reírme menos, comentarle que me estaba interesando por un chico -era verdad- que no me daba bola. Mi táctica era decirle que le contaba mis confidencias porque lo consideraba mi amigo, de este modo, pensé, quizás se sienta desplazado y finalmente se dé cuenta.

Al parecer mi técnica comenzó a funcionar y se sintió algo aludido, un poco tocado, y sus visitas fueron cada vez más esporádicas, hasta que dejó de hacerlo.

Hay recuerdos que no se van: en las oraciones de cada noche pedía entre Padres Nuestros y Aves Marías, a Dios y a la Virgen, que me ayuden a que me guste, o que no vengas más, o que se enamore de otra, algo de eso o todo junto. Sin embargo nunca, jamás, esbozaba en mi cabeza la idea de hablarlo con él para que no deslizara sus manos en mí.

Pasaron algunos años en los que me olvidé de todo eso, continué, vinieron mis primeros trabajos y mi primer novio.

Pasaron más años. Con la masividad de las redes sociales, lo encontré en Facebook. Nuevamente nos hicimos amigos allí, él casado y con un hijo en camino, pero ya no había trato cercano, más que un: “¡Feliz cumple, amiga, te extraño!”. 

Viendo sus fotos, empecé a sentir cierta repulsión: sigue en la iglesia, su mujer también pertenece a la misma parroquia y yo sentía un rechazo desmedido, castigándome por lo que me pasaba, y preguntándome ¿por qué? A veces me decían mis amigas: “¡sos mala, eh!”...

La respuesta llegó hace muy poco, hace apenas unas semanas y fue tan claro que me asombré de cómo un recuerdo sale a la superficie un día cualquiera y te pavonea en la cara un: ¡Aquí estoy!

Estaba revisando mi caja de recuerdos, esa que tenemos todos en una esquinita, ella llena de polvo... ¿Quién diría que ahí cobraría sentido todo el asco aparentemente sin razón?

Debe ser porque en mi cajita encontré una rama de tabaco que él me trajo de uno de sus viajes con la parroquia. Es una fuerte sensación, la de desempolvar chucherías y recuerdos que vuelven a su sitio.

El escosor cobró vida y una palabra tan clara como el agua me rodeó: acoso.

Incluso siendo consciente de ser víctima, y de que nunca tuve la culpa, me invadió una dificultad muy grande para exponer a ese hombre que hoy es marido y padre de familia, militante de la iglesia católica.

De verdad creo que no fue premeditado ni adrede, creo que respondió como era esperable, que es un producto bien acabado del machismo aún vigente en tiempos de empatía generalizada con Ni una menos.

Creo que es un poco de miedo también a la repercusión, y sobre todo a que alguien trate de explicarme a mí, que viví un acoso, que no es lo que parece -hay Marianos Iudica por doquier-.

Encuentro muchos desafíos, uno sólo de ellos es el de (re)preguntarse por qué todo lo que pensamos y hacemos en nuestra juventud, es tratado poco menos como una travesura. Esa travesura imprimió una marca. Acepto que un poco me sigue angustiando. Pero no me paraliza como en ese momento, ya no.

Ahora me despierta algo que no podría describir, no sé bien qué es, sólo tengo en claro que mi fuerza está intacta y viva. Se parece mucho a un espíritu de lucha feminista. Es ese hermoso pasaje de sufrir y darse cuenta de que es necesario tomar conciencia para luchar contra todo aquello.

Pensarse, saberse y asumirse una mujer empoderada, implica reconocer que en algún momento pasamos por experiencias en las que fuimos sometidas a un “él”, pero que hoy encuentran un nicho.



Basta. Decimos basta, ya no les va a ser fácil.


Anónimo

Una mente frágil

Las personalidades frágiles tienden tanto a caer como un niño de meses intentando caminar.
Yo soy uno de ellos, son de mi equipo, les pertenezco.
Llega un punto en que todo se mezcla, en que buscás una cornisa en todas sus formas.
Con que se sienta al borde alcanza, con que te mate un poquito cada rato sirve.
Nadie duda de nosotros, somos uno más, salimos a las calles, compramos el pan, tomamos mate y hasta hacemos los mismos chistes que los nenes bien de las familias enderezadas.
El frágil nunca se siente satisfecho, nada lo termina por complacer, y si es bueno, "no es tanto como..." y si es malo "podría buscarle la forma para que me haga peor..."
And that's the way it goes, uno se instruye, lo mandan a los mejores colegios, le enseñan la tabla periódica de los elementos, la Tabla de Ruffo, el tango Cambalache... Para terminar siendo un maldito frágil, uno de esos que ruegan amor y dependen de todo.
Lo que más le duele al frágil de ser frágil es tener la posibilidad de matar su fragilidad para transformarla en poder autodestructivo. Tranquilos, no es un perfil psicológico, es más bien auto referencial.
Lo que más engorda a la autodestrucción del frágil son las pérdidas y de todo tipo, es un eterno hijo de padres separados resentido, vestido de corderito gracioso. Pero bueno, el tipo es bastante emo.
Yo les pertenezco. Siempre en cada R.E.M, en cada momento previo a despertar, me siento inmersa en sus brazos. Les pertenezco. En mi inconsciente recurrente sobreviene ese sueño o pesadilla como el tic en la abstinencia. Ese fatídico momento en que no sé si es cierto, si es mentira, si es verdad, si es un relato, si lo vivo o si me muero. Esa sensación de correr, no poder. Esa fuerza que no va.
Una cabeza que sueña que quiere escapar y no tiene fuerza, es tan frágil como.
Les pertenezco.

Carol-Bord... Al borde, al filo.

21.3.18

Todo bien, flaquita

Hoy me desperté pensando en vos,
cuándo no.

Como en ochos se repite, siempre en loop, la misma frase: nunca más me olvido de eso.
Estábamos en tu casa, en ese nuevo departamento post separación decorado con nada más que un colchón y un teléfono a disco -siempre decías con encantador cinismo que te fuiste apenas con un tenedor, un plato y una taza-. Yo tenía 4 años. Estar con vos era lo que se experimenta cuando duele la panza de tanto reírse y las horas se pasan, y entre lucha libre y carcajadas, se hizo de noche y te pusiste a freír papas fritas, ese mal adictivo que nos aqueja desde el principio de nuestros días hasta el fin de ellos. Qué bien la estábamos pasando.
De pronto sonó el timbre. Era mi mamá.
Recuerdo que me escondí debajo de la mesa intentando evitar que me encuentren para recogerme, emulando una tortuga en su caparazón, buscando perpetuar esa felicidad indecible, de esas que cuesta describir no menos que soltar.
Te dije que no me quería ir. Te dije que quería estar con vos. Sentí sin verlo cómo se te rompía el corazón.

Y me fui nomás, llorando, me fui nomás con mi mamá.
Hasta hoy me despierto pensando en esa noche e intento crear finales alternativos donde me quedo a comer papas fritas y nos reímos de la nada hasta que nos duele la panza, donde me llamás y me preguntás: "¿todo bien, flaquita?".

13.5.17

Nona por Caro

Escribí este cuento a mis 16 años para un concurso al cual nunca me presenté.
Hoy, 10 años después, no le retoqué nada. Fue así nomás, con todos sus errores.
Estas historias que eran harto conocidas... qué lindo sería escucharlas de nuevo con la curiosidad de quien oye por primera vez un relato apasionante... ¡Te extraño, nonita!


Como un clima de humedad y sentimiento grisáceo, parpadeó lento como el baile de los precavidos. Mientras, yo oía sus palabras cada segundo más convencidas de querer darse a conocer. Le dije –“Contame, dale”- , y en lo profundo de mi ser, nació una sensación de ya haber escuchado cada una de esas historias no menos de 200 veces antes, aún así, seguía movilizándome esa rara nostalgia de nunca haber vivido lo que estaba escuchando, y sin embargo, sentirlo tan propio como la obra de un artista, como el bebé que carga la madre mientras lo mira sonreír.
Tardó unos segundos en decidirse (decía no tener ganas de explayarse), sin embargo yo tenía convicción que su demora y dejo de misterio, eran producto de esas puntadas en el pecho, de un gustito a despedidas, sinsabores del destino, puñaladas de la vida.
Todo era realmente distinto, nada de lo que luego conoció, resultaba en algún punto similar a sus recuerdos. A esos recuerdos de siembra en tiempos soleados, de búsqueda de lo que llamamos subsistencia, ilusiones de recostar algún día sus cuerpos para sólo mirar el paisaje que los rodease… Para sólo descansar cada una de esas almas cantando óperas desoladas, riendo de verse unidos, por carecer de billetes para apreciar.
No existían almacenes de ningún Don Juan, ni Don Pepe como descubrieron sorprendidos en su posterior embarque. En Cosenza, Calabria, las cosas funcionaban de otra manera; No se sufría por horas malgastadas, invertidas en “vaquitas ajenas” para poder comprar arroz y pan. Se cosechaba lo que luego, en plena época de nieve, sería a ser repartido a nueve hermanos. El bienestar era colectivo, al igual que las desgracias. Las alegrías, eran compartidas, las penas, los miedos, los cielos grises buscando rayos de sol. Aquellos rayos de sol, no eran más que lo que en las tierras extrañas, luego conocidas, sobraban como alguna redundancia innecesaria del poeta.
Quiso permanecer, quiso poner a prueba su ilusión desesperanzada. Conoció a un hombre un tanto extraño, con el cuál compartió parte de su vida. Sus fratellos, y sus sorellas, junto a sus genitoris,  ya habían optado por abandonar sus orígenes (nunca, gracias a Dios, asesinados radicalmente).
Ayer, apostando su futuro como un jugador compulsivo con venda en los ojos. Hoy, renegando de la “mala suerte”. Y mañana, tus memorias, no van a ser menos que aquellas huellas impregnadas en mí. Tus raíces, tu amor.
A sus veintitrés Julios, luego de síntomas obvios de una nueva vida al mundo, presa de sumisiones comunes en el contexto de los años 50, la partera cooperó con algunas agujas de tejer para expulsar a su segundo retoño, el cuál sería bautizado más tarde como Rosita, tres años posterior a Pedro.
Los cuatro, entonces, emprendieron viaje en reencuentro con aquellos que ya habían embarcado. Diecinueve días, decía, sobrellevados con arcadas de no sentirse libre, como el vuelo del pájaro en busca de nuevos rumbos. Diecinueve días sobre ese barco, evitando comer, por aquel malestar físico de no poder caminar en algún parque, ni salir al río a lavar su ropa, como solían hacer días atrás. Quizá, psico- somatizando dolores. Diecinueve días de incertidumbre, como el camino de los ciegos de amor, de no saber dónde culminaría tanta espera, y aún más; si valdría la pena.
Aquellos gustos agrios en nosotros, inevitables tragos amargos. Esos, la acompañarían hasta hoy, con sonidos resquebrajando aún más la firmeza, que convence a los débiles en sus relatos de vida. Tiene la facilidad de soltar sus riendas, con sólo cinco minutos de recuerdos, siendo capaz de esta forma, de colmar un río en sequía. Sólo porque en su espalda, pesa un karma que impulsa sentimientos, y es el karma que siente dolor. El cuál, no fue nunca abierto, nunca repartido, nunca vaciado. Nunca fue.
Quizá, hoy sólo digas que nunca fuiste lo que sentiste en verdad. Quizá, no te arrepientas tanto como expreses. Quizá, no reniegues tanto de esas cualidades intelectuales que carecés, porque tu mundo es mágico como el origen del universo e infinito como este también. Quizá, en verdad no brilles como tantas estrellas fugaces, que saben desde álgebra hasta antropología, pero sí seas luminosa y cálida como el sol, y hasta donde yo sé, hay uno sólo.
Como un guitarrista, en su mejor “sólo llorón”, pisaste tierra, como nos hacen creer de niños, pisó Colón (Luego, salimos al mundo que nos tocó esta vida, y como una sorpresa revelada antes de tiempo, nos decepcionamos).
El mundo gira alrededor de papeles materiales, valores superficiales. ¿Realmente encontraste lo que buscabas? ¿Era esto aquel paraíso descripto en algún suelo lejano, donde naciste? Difícilmente lo sea, mientras presos del hacinamiento temían desplazar su cultura, encendida en su esencia y existencia eternamente.
Esta nueva ciudad, no era lo imaginado. Viviendo entre paz y guerra, (elementales puerta adentro), paradójicamente huyeron de aquel mal innecesario de Guerra, en la década del 40.
Su padre había estado allí, incontable cantidad de días sin probar bocado y sudando de frustración, ensuciado de ambiciones del hombre, en donde quiera que se analice en la historia.
Su madre, “mamma granne”, así llamada por todos sus nietos, era una mujer de mirada pacífica y sometida a su hombre (imagen fuerte y sostén familiar).
Sin embargo, algo unía a estas dos mujeres, además del lazo sanguíneo, y era aquel dejo de dolor, de nostalgias, y sufrimiento, impactando y golpeando sus lados izquierdos, vaciando su ser. Tal vez, el impagable precio jamás alcanzado de librarse de sus pasados presentes.
Mientras tanto, los años pasaban y se preguntaban qué les depararía el destino ¿marcado?, ¿Somos artífices del destino? Adaptarse a nuevos hábitos y costumbres, empezando por caminar calles transitadas, palpar y manipular billetes intercambiándolos por productos de uso personal, fueron claves al momento de vivir, subsistir, o sobrevivir. Sus modos de relacionarse, y valores emocionales sin expresarlos en palabras pero sí en gestos cálidos, fueron apreciados en el ahora suelo propio, o al menos eso intentaban.
Nada fue irrelevante. Aquellos modos, hasta se plasmaron en teatro, en cine. Los gritos simpáticos y a veces odiados, propios de sus tratos cotidianos, dieron origen a situaciones grotescas, las cuales formarían parte también de esta cultura.
Uno de sus fratellos, o bien hermano, Mario, había contraído matrimonio con una joven, según ellos, por “poder”. Se enviaron fotos antes del ansiado encuentro, pero luego, la decepción fue mayor.
Mario, años atrás, de pequeño, era hamacado en brazos de una de sus tías, alrededor de algunas brasas. La mujer, se distrajo unos segundos, el niño cayó. Algunas quemaduras leves, marcaron su perfil derecho para siempre. En la foto enviada a su futura esposa, sólo figuraba su perfil “intacto” izquierdo. Sin embargo, la aceptación hacia el otro, más allá de lo artificial que rige en el mundo, fue mayor. Hoy, tienen cuatro hijos y seis nietos.
Vos, seguís rezongona como siempre. Quejosa de las distancias, del tiempo, de la crueldad del paso del reloj. Quizá, a veces descuides lo imposible de encontrar tangible en vos misma. Eso irradia magia, la verdadera. Hoy, a décadas de distancia, y kilómetros de lejanía, probablemente sepas que gracias a esa esencia que inculcaron en nosotros, de códigos y valores, estamos orgullosos de llamarte; nona.


          Carol-Bord... Recordar, volver a pasar por el corazón...

12.11.16

Talking Head

 Voy afuera a fumarme un pucho porque se me nubló la vista literal y el encierro no parece ser lo mejor después de una rutina de hikikomori nerd. Dejar de fumar -al menos en estos momentos- nunca estuvo barajado... Me voy a morir, lo sé. Pero si puedo saciar un poco este colapso mental entre mares de café y enfisemas pulmonares. está muy bien.
 Salgo y enciendo el cigarro. Escucho ruidos. Vienen del piso de arriba. Es mi vecino garchando. Escuchan que estoy ahí pero no les importa. Cada día que comienza es para él un sinónimo de una nueva conquista amorosa. "Si fuese mujer, lo que comentaría el barrio..", pienso derrotada, y sigo parando la oreja. Se escucha todo tipo de artilugios sonoros sexuales.

 Un suertudo -pienso- qué genio.

 Es policía, me contradigo.

Decidí dejar de salir a fumar y ahogarme en mi aislamiento. Es menos sano para mis pulmones, es más aliviador para mi psiquis.


Carol-Bord... Charlas conmigo

13.7.16

Feministas podemos ser todxs

Cuando parece que hablar de derechos de género es redundante, una obviedad o cliché, me encuentro con gente que desconoce por ignorancia adrede o anula por convicción basada en la cultura, las cuestiones de fondo que hacen que cientos de miles de almas alcen las voces para pedir que no nos maten, que nos paguen igual salario por igual labor, que no nos impidan el acceso a los ámbitos históricamente "de hombres", que no nos impongan roles del infierno, que no nos vendan a un superhéroe que de héroe nada tiene, como solución para limpiar un inodoro, preocupación existencial femenina...
Cuando parece que cuestionar estas cosas es ser una completa jodida que odia a los hombres o una malcogida, hay una contradicción: ¿Es obvia la inequidad pero molesta el reclamo?
Pero, por otro lado, aquellxs que eligen ignorar la cuestión se ven en zonas de confort; Es como si a un burgués bien acomodado del período de Revolución Industrial le chupara un huevo la situación inhumana a la que era sometida la clase trabajadora, hacinamiento mediante, explotación laboral, extensas jornadas, nada de derechos y casi nula paga; Sería lo lógico; No es de su incumbencia, no se siente afectado: no es él quien lo sufre. Naturalizaría la brecha desigual... "antes eran estamentos, ahora son clases sociales... Si te toca estar de ese lado y a mí de este, hay que bancársela para mantener al engranaje capitalista", pensaría tal vez. Si ese mismo burgués de carácter egoísta y sin conciencia social se viera "amenazado" por protestas sociales en reclamo de mejoras de condiciones laborales y sueldos dignos, como la historia ha sido testigo, seguramente mostraría su negativa, temiendo tal vez, perder lo que es suyo, lo que cree merecido. Lo mismo sucede con los ignorantes crónicos y cómplices pasivos del patriarcado: les es invisible la problemática de llamémosle la desigualdad de género, en principio porque carecen de esa sensibilidad que algunxs llaman empatía. Y en segundo lugar, por lógica, debido a la naturalización de un hecho que, a priori, creen que no los ve afectados.


                                               

Pero, pensemos por un momento qué sucede cuando se les plantea esta cuestión; Eligen invisibilizarla. Eso es una elección. No hace mucho tiempo, debatía con un completo desconocido, de esos con los que no te une nada más que una amiga que lo conoció por Badoo, y la charla en un momento giró en torno al feminismo. Su primera reacción fue deleitarme con frases inconexas del tipo: "No me vengas a hablar del neo feminismo... -término acuñado por él y por un universo de ignorantes- Ese es el otro extremo... Ni machista ni feminista... Ustedes son feminazis... Tengo amigos que fueron maltratados por mujeres... A Barreda le hincharon mucho las pelotas y el tipo reaccionó, como vos me estás hinchando las pelotas ahora... Tendría que tirarte por el balcón..." Un genio. 
La lógica, para él, es que las mujeres debemos ser esas muñecas de porcelana moldeadas por el creador de una Barbie, que se ríen de los chistes de su novio (por boludos que estos fueran), le cocinan, le lavan la ropa y se queda calladitas la boca en caso de una eventual crispación de la pareja. Ah, en lo posible que no miren fútbol ni opinen de política...
En lo personal, considero que eso esconde un miedo, un profundo miedo de perder lo nunca conquistado sino dado como natural y que es la pieza clave para que el sistema machista continúe vigente.
La cultura genera eso: Hombres y mujeres que se rigen por esta ley establecida universal en la que un hombre es picaflor si vive su sexualidad plenamente y una mujer algo peor que la vergüenza social por lo puta; Cánones de belleza femeninos inalcanzables, como si la bandera de llegada fuese la perfección en una carrera en que los valores intelectuales no participan; Roles y mandatos sociales; "Mujer, aprendé a cocinar para cuando te cases..."; "Varón, si no sos el proveedor económico, no sos lo suficientemente macho".
En esa línea entendemos las feministas, fluctúa nuestra sociedad patriarcal, ambos géneros lo sufrimos. Las mujeres son las oprimidas. No es novedad. Bueno, al parecer para algunos, sí.


 "Mientras no se haga realidad una perfecta igualdad económica en la sociedad, y mientras las costumbres permitan a la mujer disfrutar como esposa y amante de los privilegios que corresponden a algunos hombres, el sueño de un éxito pasivo se mantendrá, frenando su propia realización." (Simone De Beauvoir - "El segundo sexo")

La equidad que se reclama históricamente (desde aquellas sufragistas europeas a las que el poder patriarcal ha sabido ridiculizar y reprimir), responde exclusivamente a la necesidad de IGUAL acceso a mismos derechos; A que cualquier mujer pueda incursionar en el ámbito que más la haga feliz sin trabas ni tabúes; a obtener igual salario por igual trabajo; a que las tareas domésticas sean distribuidas equitativamente; a poder pisar los lugares de poder históricamente dominados por los hombres sin ser subestimadas.
En otra escala, el machismo no es sólo cerrarnos puertas y ponernos palos en la rueda a niveles de realización personal: El machismo crudo y propiamente dicho tiene otra cara, incrustada y grabada a fuego en lo social; Los micromachismos, ese conjunto de conductas machistas que por pequeñas para quien se ha educado con ellas, pasan inadvertidas y es por este motivo que no llegan a revertirse; y que aún peor, genera incomodidad señalarlas como tumores sociales, a saber; El acoso callejero, la cultura de la violación, la violencia de género simbólica que se ejerce desde algunos medios de comunicación y que nos reflejan como culos y tetas; los tan dañinos 'juegos' o 'colores' de nenas o de nenes que comienzan a operar como chips de conductas individuales y sociales; la violencia publicitaria que constantemente nos bombardea con roles impuestos; Los hombres manejan los autos, los hombres fuman, los hombres toman cerveza... Las mujeres limpian baños, cocinan, le sacan los piojos a lxs hijxs, y la que impera actualmente: La que nos muestra como mujeres todo terreno porque "estamos a las corridas llevando a los chicos al cole, los mandados, la casa, el perro, el trabajo"... La pregunta que me gustaría hacerle a los guionistas del horror de estas publicidades es: "¿Y los maridos de esas mujeres qué carajo hacen mientras?", "¿por qué nosotras tenemos la imposición de ser las anfetadas que corren para cocinarle al marido, ocuparse de sus hijxs, de la casa, tooodo esto además de trabajar?"
Y entenderán: Feminismo es esto. Ni más ni menos.
Es venir a cuestionar a aquel pequeño burgués que mencionaba al principio; es venir a decirle: "Yo existo también, soy un ser humano como vos, merezco los mismos derechos y beneficios".
Lejos está el feminismo de odiarte, varón; El feminismo comprende que en menor medida, vos también estás siendo oprimido; que el modelo de macho duele y lastima, que podés sumarte a la lucha, que nada vas a perder, sino que estás aportando y mucho al tomar conciencia y desnaturalizar lo cultural; y cuestionar todos los días lo que se nos impuso, y ayudar a propagar los conceptos reales de aquello que te enseñaron mal sobre el feminismo... Que en definitiva, si estás a favor de la igualdad, entonces estás a favor del feminismo.


AUDIO ¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia de género? - Carolina Bisgarra


Carol-Bord

3.7.15

Operación ISER - 1ra Parte de una historia que esconde un final feliz

 En noviembre del año pasado tomé la decisión más importante de mi vida vocacional. Hacía algunos años venía haciendo radio, luego de vagar por la vida sin un rumbo fijo; Siempre amante del arte, de la música, de cantar y escribir... Pero ninguna de las carreras por las que optaba me terminaba de generar esa cosa que sólo te da la adrenalina de sentir que lo que amás corre por todo tu ser; Como subirte a un escenario y dejar la vida en cada suspiro. Siempre fui una convencida (o mejor dicho, me hice convencer por mis decisiones), que no hay carrera que te forme para ser artista, que no hay escuela para aprender a vivir del arte, que no hay manual para generar algo más que un hobby... Todas las carreras que elegía me llevaban a lo mismo; verme parada frente a una clase de pibes enseñándoles ¿Historia del arte?, ¿Enseñar a comprender un texto? No, paso, no era lo mío. Y las dejaba, pese a las buenas notas de las que podía jactarme. ¿Estudiar algo por el sólo hecho de tener un título y que no me haga feliz? Es como el eterno reventado que a los 35 le pesan los mandatos y sólo para demostrar su capacidad (¿de qué? no lo sé), se engancha con la primera que conoce en el boliche y a los meses ya está casado y con hijos... y con una infelicidad que no le entra en el cuerpo. No, gracias.
 Pasé, entonces, a la fase de indagar, de buscar, de hurgar en ese lado lúdico, en esa cosa que te une con amigos y te hace pasar buenos momentos; para algunos será jugar al fútbol; para otros salir a bailar salsa. Para mí fue hacer radio.
 Y con una cuota bastante disimulable pero no por eso menos importante de nervios, me senté en el primer estudio de radio que pisé en mi vida, con mis amigas y con mi papá. Lo llevé a mi viejo para que me contenga en ese momento como si supiera que esa primera vez iba a tener semejante envergadura en mi vida. Mi viejo ya era un tipo de radio, con aire encima, con mucho guitarreo (algo que siempre le admiré y nunca dejaré de extrañar...). Procedimos entonces a inaugurar nuestro primer programa con amigas... De humor, de risas, de música.
Y allí, cada semana encontraba mi lugar en el mundo; comenzaba a sentirme más útil, a entretenerme en la producción de cada programa; a derrapar con tremendas barbaridades y total impunidad; a sentirme feliz esos ratos. Luego comencé a participar en otros programas, más tarde armé un magazine de actualidad que yo misma produje, (¡hasta trabajé como conductora y notera en un programa de tv zonal!), y de a poco, parecía como que la palabra radio se me hubiese tatuado en la sangre.
La decisión más importante de mi vida vocacional no fue solo esa; Esa decisión me encontró a mí en un momento de mi vida donde más la necesitaba. Y luego, por gente del palo que me iba escuchando, por amigos y por sugerencias que me convencían de a poco, llegó la decisión final (no confundir con Destino Final): QUIERO SER LOCUTORA.
-  "Y bueno, me anotaré en el ISER" -pensaba en mis fueros íntimos y lo verbalizaba-.
Pero el ISER es el único lugar, el único instituto de Locución estatal, y siempre tuvo fama de ser esos molinos de viento contra los que luchaba el Quijote (que el examen que debés aprobar es muy difícil, que el cupo es muuuuy reducido; que es un chino entrar ahí).
No sé qué se me dio por tomar esta decisión en noviembre, días previos al cierre de inscripción; donde me acerqué al Instituto y todo el edificio me hizo sentir muy chiquitita, muy diminuta (como si eso costara tanto...), sin embargo no me dejé amedrentar. Comprendí que mi fin era vencer los miedos, sortear los obstáculos. Había llegado por fin al lugar que no todos tienen la suerte: Encontrar tu vocación. ¿Tarde? Puede ser. ¿Iba a dejar pasar mi vida porque era tarde? No, gracias...
EL verano previo a rendir ese examen compuesto por tres etapas de evaluación, fue un momento de mi vida donde sólo resonaba la palabra "ISER", donde aprendí tantas cosas que ya no podía almacenar todas y bien, donde el sacrificio que hacía para poder ser una de ellos, de los elegidos, de los capacitados, no me resultaba un fastidio; Sino más bien, yo sabía que ese esfuerzo tarde o temprano debería dar sus frutos, que lo iba a conseguir. Y como caballo de carrera me mandé, como siempre.
De todo el proceso de evaluación que duró un mes y monedas, sólo puedo decir que para los que sufren trastorno de ansiedad como yo, no es recomendable, a menos que ese sea tu sueño y te des un baño semanal de valium (chiste).

Aprobé dos de las tres etapas. La tercera la desaprobé por 25 centésimas y fui la desaprobada con nota más alta. Es decir, entraron 60 tipos y yo quedé en el puesto 61. O sea, arafue.
Me costó llanto, depresión y mucha angustia darme cuenta que ese no era mi momento, que indefectiblemente algún día llegaría el momento en el que me reciba de locutora luego de ingresar en ISER, pero que eso debía esperar por lo menos un año más. Me costó mucho y mucho más por las ilusiones que deposité y por el esfuerzo que puse y por todo lo que luché contra los fantasmas del prejuicio, del no puedo, contra mis verdugos -que son mi mente y mi autoestima- -que más que yo, nadie lo sabe-.

En fin, la decisión más importante de mi vida vocacional fue darme cuenta de lo que quiero hacer siempre y de cómo lo quiero lograr. Los hondazos a veces te pegan fuerte y te tumban, pero mientras tengas un poco de garra, cualquier cachetazo es superable y aunque me odie por lo que voy a decir y por el cliché que eso oculta: Lo que no te mata te hace más fuerte.

Así será, seguiré intentando, seguiré aprendiendo y lo voy a conquistar... Sooner, Later...

Hoy no es mi día pero celebro que algunos amigos se hayan tomado la molestia de saludar a una futura locutora.

A los demás, con carnet... ¡Feliz día, futuros colegas!

Carol-Bord... Buscando siempre...

25.3.15

Volver


Para que no te olvides

 Recuerdo haber visto esa cara antes. No sé aún si en la TV, si en algún cumpleaños de amigos en común, o en la casa de mi madre, eterno lugar donde desfilan todos y cada uno de los vecinos del barrio; sus mascotas, sus primos lejanos y hasta algún que otro comerciante de los pagos. Tampoco tengo registro de cuándo fue ocasionado ese encuentro antes de este. Muchas veces me veo en situaciones de charla interna y revisionismo que busque aclarar de dónde conozco a las personas que creo haber visto antes; pocas veces triunfa la respuesta. “¿Será un deja vu?”, me digo. “¿Qué era un deja vu?”, me respondo.
 Los minutos pasaban en el Tren Roca destino a Constitución. Ella se había subido en Gerli y no quedaba mucho tiempo para descifrar quién era. Comprenderá, lector, que soy muy amante, casi obsesiva, al límite de la psicosis, de resolver estas cuestiones. Cuando no lo logro siento una frustración más.
Era morocha, tez trigueña, delgada en exceso, bonita también en exceso. Vestía una camisa blanca, una minifalda negra de lycra y unos bonitos zapatos con leve taco. Miraba su reloj a cada instante, y de manera casual (¿o causal?) me cruzaba la mirada, haciéndola a un lado cada vez que yo la miraba a los ojos. Se notaba que algo la inquietaba. Parecía estar muy disconforme con la lentitud del transporte, ansiosa, apresurada.

 Llegó el tren a Yrigoyen. Apenas una estación más para descifrarlo.
Sentí que estaba perdiendo una partida; no tenía certezas, estaba casi desorientada cuando alguien, muy atento a ella y a su tal vez preocupación por llegar tarde a quién sabe dónde le preguntó la hora.
-“Siete y media”, contestó algo molesta.
 Ahora no sólo conocía ese rostro, ¡también conocía esa voz! ¡¿Quién es?!
Fin del recorrido. Yo, casi desesperada, buscaba tener alguna pista más.

Para mi sorpresa, se dirigió a mí antes de bajar. Me saludó y casi, culposa, me dijo:
-Me di cuenta que no me reconociste. Me voy volando porque estoy reee apurada…

Comprendí todo.


Era Juan Ignacio. Mi ex.



Carol-Bord... 

13.9.14

Filofaseando en la vida sobre la vida...

 A veces, la "gente" (imaginario de gente: Revistas medio gilas, foros hechos por y para curiosos con eufemismo, y tantos etcéteras) se proponen plantear de manera resonante qué poder, entre todos los imposibles, elegirías tener para ejercer determinada acción presuntamente imponente.
Hay tres tipos de elecciones; La primera, aquella que busca cambiar el mundo; es el caso de quienes optarían por parir un ente capaz de frenar el avance desmedido y sinsentido de Macri en la política.
La segunda remite directamente a la necesidad de hurgar en esos lugares utópicamente misteriosos aunque superfluos; son quienes preferirían emanar esa capacidad monumental de mutar en mosquito, meterse en las sábanas del ex, enterarse de sus miserias con su nueva novia y zumbarle al oído durante toda la noche a la nunca bien ponderada "actual". Creemos que todos los mosquitos zumbadores que imposibilitan la concentración son ex de nuestras parejas, o gente que conquistó esa posibilidad y nos odia un poco. De otra manera, el trabajo de mosquito sería lo opuesto al de la hormiga: Un bicho en vano, que vela toda la noche buscando a quién joder, y que en lugar de tomar el fernet que dejaste en la mesa, prefiere chuparte la sangre. En fin, medio bobos.
 Finalmente hay un tercer tipo de elección: La que se relaciona con lo espacio-temporal; digamos, esa respuesta que a las claras connota básicamente el cliché, es decir: "Me gustaría viajar en el tiempo".

Y es que creo, que por quemada, trillada, intrascendental para el mundo que esa frase suene, esconde lo cierto, lo que en el fondo todos buscaríamos.
Y no precisamente para la comodidad del acomodado de la vida, que si tiene un GPS a cada paso marcándole dónde doblar para no salir lastimado es feliz.
Es más profundo.

Estoy convencida, que de tener la posibilidad de viajar en el tiempo, de darme una vuelta por esos extasiados años adolescentes, donde quería ser la pirómana de mis etapas, donde buscaba siempre el escalón que seguía antes de acordarme en cuál estaba parada; si me tuviera, un ratito, a los 17, a los 18... A los 19, (que tan lejos no debería irme...), me diría un par de verdades:

-Nena, no sufras, no coge bien... Nunca te va a entender, y aunque te entienda, difícilmente te importe, porque es un pelotudo. Y además, no coge bien. Nunca lo olvides. Tiempos mejores vendrán.


¿Es más cliché que lo precedente? No sé, pero si YO misma me lo hubiese advertido, con el escepticismo más profundo y estoico, me hubiese dado la mano y la otra la hubiese usado para dar una buena cantidad de cachetadas...


Carol-Bord... "Hoy tengo algo mejor..."

11.6.14

Duelos

 Hace días que estoy enojada; insufrible, intolerante, insoportable, imbancable.
Giro en ochos tratando de encontrarle una vuelta, pero la única que da vueltas sobre lo mismo soy yo.

Me molestan esas alarmas de autos, esos dueños de cada coche de mi barrio, que no están enojados con nada, con nadie... Pero el sonido anti-robo de sus automóviles parecieran ser música para sus oídos, o cantos de sirena, o Arrorrós de una madre que intenta dormir al pequeño que llora sin consuelo.
Me molestan esos pibes con gomera... Bah, ¿a quién engaño? Siempre me molestaron, es que quiero sacarme culpas de un pasado jodido.
Me molesta sacar la basura y, como quien encuentra al despertar un post-it que declara el amor de un otro, encontrarme con envases de botellas en el canasto de basura que comparto con mis vecinos; restos de alimentos de transeúntes que deambulan por mis pagos y deciden botar sus sobras donde yo tiro mis bolsas de basura... No tenían tiempo de llegar a un cesto barrial. Me molestan.
Me molesta que mi perra pierda tantos pelos. Y me molesta que me moleste que mi pobre perra pierda tantos pelos dejándolos como huellas similares a las migas de pan, de aquellos hermanitos en el cuento infantil.
Me molesta la forrada masiva de unirse en una causa con un módem: Detesto ver perros descuartizados cada vez que entro en una red social en una foto con una leyenda que advirtiera la grave consecuencia que le provoco a la sociedad si yo no difundo esa tétrica imagen.
Me molestan algunas licenciadas en Recursos Humanos.
Me molesta que por culpa de unas pocas, nos sigan señalando como el sexo competitivo, envidioso por naturaleza.
Me molesta esta molestia.

Hablando con un amigo, hace poco, descubrí cierta base de mis enojos.
Estoy enojada con la vida. Por arbitraria, por injusta, por puta.
Porque es ella la que me remite a mi infancia, cuando éramos dos bandos en la clase de Educación Física del colegio, y el capitán de cada grupo se encargaba de elegir a los participantes de su equipo. Algo así es el duelo entre la vida y la muerte. Cuando la vida va eligiendo quiénes juegan para ella, por definición también está eligiendo quiénes no juegan para ella. Y la muerte, por descarte, se va quedando con el resto. Cuando a cada uno de nosotros, la vida nos apunta con el dedo, nos genera gratificación. ¿De qué? Preguntarán algunos. No lo sé. Hace meses que no le agradezco nada a la vida y es algo que me enoja mucho. Y si lo hago, me olvido a los segundos.
Desde que la vida misma se encargó de quitarme algunas sonrisas, siento que no hay mucho de qué reír.

Debería estar enojada con la muerte, es en verdad ella la hija de puta que se encarga de hacernos daño; de dejarnos solos, de alienarnos. Es ella en verdad la que te elige en su equipo, o la que hace trampa para que pierdas.
Cada vez que me enojo con la vida, siento una traición. Siento que enojarme con ella es morirme en vida cada día un poquito. Caminaré por lugares comunes, pido perdón, lector, pero para mí no es nada común hacerme cargo de estas miserias que se incrustan en mi corazón... Que ya está destartalado, pero apenas potable como para mantenerme parada y sonreír de vez en cuando.
Mi enojo no es con el distraído que se olvidó la alarma activa de su auto, ni con la señora que me tira una bolsa Ziploc en el canasto de residuos, ni mucho menos con Jamaica, mi perrita.
Estoy enojada.
Más que enojada triste.
Estoy tan triste que mis enemigos hoy serían grandes refugios.

Estoy tan triste que en el duelo que peleo día a día, no me importa ganar o perder.

Estoy tan triste, que si venís cinco segundos para decirme que te vas a ir, me hacés feliz un rato.

Estoy tan triste que las descripciones se funden en mi pensamiento, porque el vacío las opaca.

Estoy tan triste que cada vez que te veo de mentira, el vacío se va.



Carol-Bord... Sigo llorando, pero por vos luchando...




18.5.14

The Story of my life...

Alguna vez, escuché en una película, en boca de un personaje que sufría de una enfermedad terminal, una reflexión sobre aquellas cosas de las que llevamos registro, tan banales como esenciales en la vida de cualquier persona que valore esa cotidianidad como la amante de las plantas mientras las riega al sol: Si hoy te fueras a morir, ¿recordarías la última vez que acariciaste a un perro? ¿La última canción que escuchaste en una radio? El pasaje es paupérrimo, el concepto es genial.

Acostumbrados a "empeñarnos en hacer otros planes", es como todo sucede.
Cuando suena la campana de manera forzosa y en el fragor de esta extasiada lucha te vas a una esquina del ring a descansar dos minutos y (hacer el esfuerzo de) reponerte, en ese efímero momento, comprendés finalmente y con dolores todos, que ya nunca más te va a abrazar.

Suena la campana otra vez. Pero nunca más te va a abrazar. "¿Cuándo fue la última vez?" -pensás-.

Mientras tanto, sin respuesta eventual, fabricás una pizca de fe y la ingerís... Porque parecerá que ya nunca más. Pero sabés, en el fondo, que siempre habrá forma de abrazarse... Porque los grandes peces se transforman. No se pierden...





Carol-Bord... "Hay algunos peces que no pueden ser atrapados. No es que sean más rápidos o más fuertes que otros peces. Sólo están tocados por algo especial..."

17.4.14

Días

En días como hoy, donde te siento mucho y sigo pensando en vos siempre, siempre extrañándote, mi mente muta en un artilugio donde viven cientos de boomerangs y cada uno de ellos es por cada día que nace y muere sin el angel de mi soledad, me percibo a mí misma sufriendo en carne propia que las despedidas son esos dolores dulces y retumba en mi cuerpo un pensamiento que ya es síntoma físico, de falta, de desesperanza, ladrón de mi cerebro, es casi hipnótico, ¿cómo no sentirme así? Me retumba el malestar de pensar que ¡el mundo es tan chico, VIEJO, sin embargo nunca supe de alguien como vos! En días donde mi genio amor siempre llevará tu enseñanza...
¡VIVIR SÓLO CUESTA VIDA!  En días donde lloro por dentro y sigue la vida, mientras la vida se va, mientras la vida pasa, sin darme cuenta ahí estás. En días como hoy, donde la fe me contiene, creyendo que hay un lugar allí para mis huellas. En días como hoy, donde los problemas son otra cosa, donde comprendo que la vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo. En días como hoy, de esta puta sensibilidad, de esta tarea fina perdida, con estas ganas de que seas como esos pájaros de la noche que oímos cantar y nunca vemos: No me preguntes por qué, pero en días como hoy, si tengo que elegir la mejor y más bella canción que aborde el desamor y la nostalgia a flor de piel, elijo esta...








Carol-Bord... Nadie es capaz de matarte en mi alma...




13.12.13

En repudio al olvido... Y a la muerte...



 "Vas a putear al mundo enterero", dicen los que saben. "Vas a tener mucha bronca"; "Vas a preguntarte '¿por qué a mí?'"; "Vas a llorar hasta quedar inconsciente, tirada en algún recoveco de tu casa, olvidando incluso el motivo de tu llanto".
 Todos pronósticos un poco al margen de los sentimientos encontrados que me llueven y atormentan.
 Voy a la cama y no tengo sueño. Voy al escritorio y no me dan ganas de estar sentada. Pienso en escribir y no me sale una puta palabra. Barajo la chance de salir a dar una vuelta, respirar el aire que (creo) quizá, vos estés respirando... Pero no tengo fuerzas.
 Me miro al espejo y te veo alejado. Puteo al mundo entero. Siento tanta bronca que no me entra en el cuerpo. Me pregunto "por qué a mí?". Lloro pero nunca olvido por qué lloro.
 Miro a un par de viejos devenidos en facistas con olor a rancio y aires de grandeza y me indigo: "Ellos están vivos... La puta que los parió..."

Quizá este tiempo me sirva para meterme en el orto las pruebas de la vida, quizá duela más cada día, quizá nunca te me vayas del cúmulo de impoibles que tengo en el podio del "Nunca jamás", quizá te lleve hasta mis próximas tres o cuatro mil vidas en las entrañas como bandera, quizá te necesite más cada minuto, quizá cada minuto sea interminable, quizá me den culpa los restantes latidos de mi corazón, quizá nunca le encuentre sentido a esta pesadilla, quizá seas la leyenda "LLEGADA" de cada punto de partida, de cada maratón que no voy a poder concluir, quizá estés cerca cada vez que te recuerde y quizá cada vez que te recuerde me ayudes a sobrevivir como recuerdo inmortal, quizá el antídoto sea la risa constante, nunca evasora, fiel a tu estilo; me caigo por vos y me levantás vos.


Te amo, pa.






Carol-Bord... "Nos volveremos a ver... Porque siempre hay un regreso. Por eso, contá con eso, pongo mis manos en el fuego por vos..."

30.11.13

Carol-Bord / Cover-Blog







Kitty, Daisy & Lewis
"Will I Ever"


I wake up every morning all alone
Looking at those shadows above me
I tried to wonder what went wrong
Thought the love we had was strong
Will I ever get you back again

I've got nothing left to gain
Will I ever feel the same
All the love I had has turned into pain
They got happy for a while
But I can't keep this smile
Will I ever get you back again

I tried to picture your face in my mind
And imagine that you were with me
But then we fade away
My brown eyes turned into grey
Will I ever get you back again

I've got nothing left to gain
Will I ever feel the same
All the love I had has turned into pain
They got happy for a while
But I can't keep this smile
Will I ever get you back again

Conversations about nothing
Talking about the dreams that we had
Oh, send me back to them old days
When my heart had a place
Will I ever get you back again

I've got nothing left to gain
Will I ever feel the same
All the love I had has turned into pain
They got happy for a while
But I can't keep this smile
Will I ever get you back again








Carol-Bord... Happy not just for a while

15.11.13

El arte de dar excusas... Divino tesoro

  "La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano."
(Friedrich Nietzsche) 





CAPÍTULO I
"La excusa: Esa aliada de las rupturas amorosas"



 "Nada en una relación termina bien, de otro modo no terminaría..."
(Daniel, Phykozero)




 La mentira "salvataje" o manotazo -más improvisado que el maquillaje de Lady Gaga- de ahogado: Decir frases terminales o enunciados de ruptura sentimental EN VOZ ALTA y en lo posible frente a la persona quien se pretende acuse recibo.

Hola, María. Te escribo este mensaje porque no sé de vos desde hace dos semanas cuando me dijiste que volvías en un rato y te llevabas de paso mi auto. Te escribo porque te dejé llamados en tu contestador, en tu celular, en tu oficina. ¿Te pasó algo? Me tenés preocupado. En caso de que te haya pasado algo por favor decime. Y si no te pasó nada, sabés que tengo ganas de verte. Te extraño. Te quiero. Te mando besito.

-¿Podés creer el mail que me mandó el tipo de Bernal? O sea, flaco, si no te atiendo el teléfono, ¡por algo será! ¿Coincidís, Michelle?

-Bueno, digamos que coincido con él, básicamente. ¡Sos una cara rota! Ojo, que yo soy medio como vos, y medio como él también... Pero sólo cuando me obsesiono como las últimas veces... Pero no podés desaparecer del mapa sin decirle ni una excusa... ¡Es una cuestión de dignidad! Mínimamente aclarale que no volviste en un ratito porque... ¡No sé! De eso te encargarás vos. Las muertes de tías, tíos, etcétera, son imbatibles. Pero hacelo como para no quedar como un piojo de peluca.

-Primero, ¿qué carajo hace "piojo de peluca" en la frase y qué quiere decir?

-Nada, piojo de peluca... Como una muerta de hambre...

-Ah... Segundo, ¿qué excusa es la que a la vista objetiva suene verosímil y al mismo tiempo a la vista del futuro damnificado se digiera como posible e improbable pero real, y paralelamente para mi vista y la de mi pequeño orgullo sea accesible de internalizar, recordar y transmitir sin sentirme una auténtica pelotuda?

-Estás jodida. Suena medio obse el tipo. Por lo que sé, te creería a vos incluso si le dijeses que se sancionó una Ley de Libre Sexualidad en Vía Pública y Frente a una Iglesia. Mandale el verso de la muerte, o de última decile que estuviste internada, te pisó un auto... ¡Ahh, pero vos tenés su auto! Estás más jodida que nunca. Si yo fuese él, me meto el sentimentalismo en el orto y me traigo el auto de los pelos.

-Te agradezco por tu contribución de una presunta acción tuya en caso que "vos seas él", me encanta saber lo que pensás cuando no te lo pregunto ni me importa. Ahora, es medio naboleti, me dice "En caso de que te haya pasado algo por favor avisame"... ¿Avisame? ¡Esto me supera! ¿Pretende que, si me pisó un tren, descienda para hacérselo saber?


Hola, estoy bien. Gracias por preocuparte.
Perdón la demora, me robaron tu auto y me golpearon... Estuve grave.
Estoy atravesando un momento terminante para mí, ¿vistes?
Estoy en una etapa de cambio, de reflexión.
Estoy leyendo a Claudio María Dominguez y escuchando a Ari Paluch... Me leí "El secreto", "Retorno al origen" (de Oyo) y "Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus" (o algo así)...
Estoy en un momento de mi vida en el que necesito reencontrarme conmigo misma, ¿entendés? Tengo que pensar qué quiero para mi vida y todas esas cosas que le siguen comúnmente al "necesito un tiempo conmigo misma", pero me parece innecesario agregarlo, ya que te lo podrás imaginar vos mismo, o preguntarle a algún amigo... Ni da escribirlo... Vos entendés, ¿me entendés?
Agradezco lo atento que fuistes y anhelo poder redescubrirnos en algún futuro incierto que la vida nos depare como destino... 
Perdón de nuevo, no sos vos...

Y gracias por ser tan comprensivo y generoso.

Ojalá te encuentres bien.

P.d: Me olvidaba... SOY YO...


 Las excusas preponderantes de quien deja son una suerte de trago del más vomitivo bebible, en el que viaja la amargura por el esófago del dejado, y por el cual convenimos en la primera hipótesis: El que deja se la lleva de arriba con cierta conducta narcótica: Te seduce, te provoca adicción, te prepara el trago venenoso, te lo ofrece, y NO CONFORME CON ESO, te obliga a beberlo hasta la última gota sin siquiera degustar su propia pócima; dejándote un asqueo a la vida misma y una tremenda cirrosis de yapa... Pero siempre bajo la advertencia de que "no sos vos"...





Carol-Bord... Las excusas son derecho y deber (al menos a veces...)

10.8.13

Dictado

Nota mental: Debo dejar de homenajear a la política y todo cuanto esta abarque al momento de escribir, hacer radio, hacer chistes, comer, tomar un baño, respirar, padecer manifestaciones de mi inconsciente y manifestaciones de lo inconsciente que resulto en ocasiones.






Carol-Bord... Nada, eso. "Demasiado politizada..." (Señora M.L)

22.7.13

Etimología de la tarjeta

 Cierto verano, cuando tenía 16 años, sucedió algo que sólo un día como hoy, a mis 22 años, cobra peso y me marca a fuego de por vida. En un embotellamiento hormonal, luchando contra los terribles problemas a los que sólo un ya jubilado púber conoce de cerca; entiéndase aquellos legendarios profesores por los que todos alguna vez, hemos jurado sentirnos amenazados y desaprobados injustamente.
 Sí, yo me dormía en clase, y era un desastre con apellido, me agarraba a piñas, y ese año fue en el cual repetí 1º polimodal, pero la verdad es que siempre fui una nerd disfrazada de rebeldía en estado de éxtasis. Era todo eso que hoy deseo no ser.
Lo asombroso es que resulté ser una adolescente con ciertos problemas de conducta, que una noche de verano, en un lugar alejado de la ciudad; rodeada de olor a playa y arena-sol-mar, yo, digamos; mi persona, (oriunda incluso de una familia disfuncional, de esas que están en extinción) decidí hacerme un chiste a mí misma y a todo mi Ku Klux Klan en contra del enamoramiento, y le compré a un vendedor ambulante una tarjeta color rosa con una abertura que exhibía el dibujo de un hombre y una mujer bailando tango, y al abrir la tarjeta había una leyenda que toda mi vida me ha puesto la piel de gallina: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos” (J.C)
 La compré. Jamás me atreví a verbalizarlo, y es probable que por eso, ahora tampoco lo hago (porque escribirlo es menos corajudo), pero lo escribo.
La compré. Mi charla interna fue: “Conservala, es hermosa, nadie se va a enterar… Y jamás la manches: Obsequiásela al amor que hayas buscado inconscientemente, por quien aguardabas bajo la tranquilidad de quien acaba de nacer y fue separado de su madre…” Pero es inminente que va a volver a los brazos maternos, porque así es el destino del predestinado, del platónico.
 Jamás lo dije. Pero hoy encontré al amor de mi vida.
Y cuando le regalé la tarjeta que es “LA”  tarjeta, no le confesé que yo sabía que lo iba a encontrar, y que fui muy patética y cursi.
 No le confesé que le compré esa tarjeta porque, antes de conocerlo, yo lo imaginé a él. Y jamás le confesaré que no anduve tanto tiempo dando vueltas por la vida… Que, agradezco, sólo tardó poco más de dos décadas en transformarse en alguien real, de carne y hueso, voz y cerebro.  Y que, si hubo algún dejo de ansiedad por tenerlo por fin cerca mio, era no sólo porque sabía que andaba para encontrarlo, también para comprobar lo que hoy compruebo: Todas las veces que te imaginé, mi amor, eras tal cual sos; tu cuerpo y tu cara, tus rasgos y tus colores, la perfección en su dosis justa.


 Todas las veces que te imaginé,
tenías tu nombre,
tu tamaño,
tu firmeza...
Y me hacías feliz...






 GRACIAS, CREEPER ! ME HAS DADO MUCHAS SATISFACCIONES.




Carol-Bord... "Andábamos para encontrarnos... Y si es posible en rebaja..."

7.7.13

En busca de la radiosofía...


  Seguramente no hubo profetas que advirtieran acerca del micrófono delator intencional.

Que desde los 12 años me dio la katana contra todo-mal concediéndome la felicidad que posee el que se atreve a cantarle a la vida. Mi primera actuación en un escenario, mi primer tema musical, mis primeras apariciones en pos de generar una suerte de YO, cantante y compositora. Mic.
 Pero de algo jamás me avivé tempranamente. Voy por mi segundo año radial en el proyecto que fuera un juego desde el primer momento... Que fuera un día un modo de vida.

 Como una tonta, jamás sospeché que mi vocación (si es que me permiten la licencia de otorgarme falsas licencias que apenas dan felicidad), mi -llamémosle entrecomillada- vocación, estaba al alcance de mi lengua.

 Lo único que he hecho ininterrumpidamente en mi vida fue hablar compulsiva y patológicamente. Mal o bien. Con más ímpetu en ocasiones. Con más fonética del que persuade con un speech telemarketer, de cuándo en cuándo. Con menos rapidez que la excitación del cerebro encomendando órdenes, con más convicción que autoconfianza. En situaciones difícil de tolerar y raramente soportables a un mortal. 
 Lo que me dio etiquetas, errores, enemigos, compinches. Mi verdugo del filtro y mi Dios del Blablá.
 Lo único que he hecho ininterrumpidamente en mi vida fue hablar compulsiva y patológicamente.
Me faltaba un micrófono delante.
Y un dial de por medio.





Carol-Bord... This is who i am...